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En el pueblo donde veraneo desde hace ya treinta largos años, el mediofondista francés Claude Makelele se ha convertido en el asunto estrella de las tertulias desbancando incluso al ex alcalde Julián Muñoz y la tonallidera Isabel Pantoja cuando nada hacía presagiar que eso fuera a suceder, y menos aún después de que el otro ex alcalde (Jesús Gil) decidiera irrumpir en escena y abanicarse –guayabera abierta y "ostentórea" tripa fuera–, dejándose ver en los juzgados de Marbella en lo que bien podríamos considerar como un "posado-robado-pactado". He de reconocer que voy alarmantemente por detrás de los acontecimientos y que es unos días en "La Chimenea" o en "Los Caños", otros en la barra de "Casa Santoña" o quizás en "Pozas Tartajo" donde los buenos samaritanos me conectan con la realidad a base de gruesos brochazos o bien soy yo quien, de por sí profesionalmente indiscreto, capto un "Valdano" por aquí o un "Chelsea" por allá.

"¿Y qué hará ahora Makelele?" es quizás la pregunta más insistente que, bien dirigida hacia mí o efectuada en abstracto, se hace todo el mundo por estos lares. "¿Y qué hará ahora Makelele?"... El francés acaba de amenazar con que "algo gordo y muy bueno" vaya a suceder en los próximos días. Yo creo que a Makelele le ha dado definitivamente el telele, como diría mi buen amigo Héctor del Mar, y ya no encuentra la salida de un laberinto en el que se ha metido él solito. Anda apañado el chaval si piensa que Florentino Pérez (no Valdano, que ese resulta inofensivo) va a dejarle soltar amarras como si tal cosa, sólo porque quiera ser feliz y alegue un ataque de ansiedad que sin embargo –un curioso caso clínico– no le impide entrenarse con la selección de Francia y reírse a mandíbula batiente.

Ardo en deseos de conocer qué cuento chino le contará Makelele a los socios del Real Madrid cuando decida romper su silencio. El caso es que el vestuario está con él (especialmente significativo ha sido el caso de Ronaldo, otro hombre en busca de la felicidad) e incluso más allá (Scaloni por ejemplo) han querido mostrarle su apoyo. La principal lección que hay que sacar de todo este embrollo es que, en líneas generales y por lo tanto injustas, el futbolista es un ser profundamente egoísta. Kily González esgrime su millonario contrato para no moverse del Valencia, y Dani y Alfonso se niegan a irse de un club (Barcelona) en el que saben con absoluta certeza que no van a jugar ni un sólo minuto para no perder por el camino ni un centimillo de euro. Makelele es sólo otro rey del mambo más, aunque éste con la virtud añadida de servirnos, entre cañita y cañita, como tema de debate en plena "caló".


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