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El hijo de un amigo mío me ha dicho que quiere estudiar un "máster en asesoría deportiva" y yo le he prometido que, si continúo trabajando en esto cuando él se haya "remasterizado", le pondré en contacto con Juan Onieva o Ginés Carvajal. El sabrá lo que le conviene, que para algo ya es mayorcito. A los diez años el hijo de mi amigo quería ser futbolista y a los dieciocho soñaba con ser diplomático. Supongo que es el lógico "proceso de maduración". A los diez años yo también quería ser futbolista, como él, y a los dieciocho soñaba con emular a John Irving, el genial autor de "Principes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra". Ahora, a los cuarenta, estoy en pleno proceso de maduración y me conformo con hablar de Raúl González Blanco y Joan Gaspart, aunque ya sé perfectamente que nunca ganaré el Nobel de literatura ni sonaré siquiera en las quinielas de la Academia Sueca.

"Ahora ya les exigen derecho" me comenta, serio y circunspecto, mi amigo, deduzco yo que tratando de justificar un poco los mundanos deseos de su hijo. Y no es necesario. ¿Quién quiere hoy en día ser Inocencio Arias? Hubo un tiempo que ni siquiera él mismo quiso serlo y aceptó el cargo de director general del Real Madrid porque Ramón Mendoza le puso un "pastizal" sobre la mesa de su despacho en la ONU. Pues el hijo de mi amigo con más razón aún que "Chencho". Los chavales de ahora ya no quieren ser Torres o Saviola sino Minguella o Navarro, capaces de llevarse el diez por ciento de una millonada sin mover un dedo. Son los padres de los críos quienes insisten e insisten e insisten machaconamente, una y otra vez, en convertirles en Zidane, pero cuando se dan cuenta (esto es, cuando ellos también maduran) de que "Zizou" sólo hay uno, entonces les dicen que estudien derecho y se mastericen como asesores con licencia FIFA.

Ahora que van a comercializar el muñequito de George Bush vestido de "paraca" no me extrañaría tampoco nada que aquí empezaran a vender el "madelman" del sudoroso representante de Makelele. Y luego los complementos. La agendita. El telefonito móvil. El maletinito. El hijo de mi amigo conduce un viejo Seat Ibiza de segunda mano cuyo tubo de escape hace "plof, plof", y lo que él anhela es un Porsche descapotable rojo que haga "psiuuu" cuando galope y corte el viento por esas carreteras de España. Ya está bien de tanto "plof, plof", ahora se lleva el "psiuuu". Si hay que madurar se madura, pero lo que ahora quiere el hijo de mi amigo es ser uno de los "Masters del Universo".


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