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Ignacio Villa

Las lágrimas de un presidente

No es normal ver a un presidente del Gobierno llorar en un acto público, pero es menos frecuente ver llorar a José María Aznar, hombre duro de carácter, y que no hace muchos días decía en Quintanilla de Onésimo, hablando de su despedida: "tengo derecho a emocionarme, pero he decidido que no voy a hacerlo". El presidente del Gobierno nos ha enseñado a todos su cara más humana, su rostro más cercano. Las lágrimas del presidente Aznar son la puerta de una nueva etapa en el Partido Popular y significan también el adiós de una fructífera etapa de los populares con ocho años de Gobierno a sus espaldas. Con estas lágrimas de Aznar se cierra el proceso de la sucesión, y con ellas afloran muchos sentimientos internos de un político que se despide del poder y del Gobierno.

El presidente del Gobierno, que en estos ocho años ha cometido errores, ha dado una lección de señorío y de generosidad política con este gesto. Irse de La Moncloa a los ocho años es costoso, aunque al fin y al cabo es una promesa electoral; pero dejar el control de partido siete meses antes de las elecciones generales significa una demostración meridiana de que el presidente Aznar está dispuesto a "quitarse de en medio" de verdad. Aznar ha dicho que se va, y para que nadie tenga dudas del cumplimiento de su promesa se está cerrando él mismo todas las puertas. El presidente del Ejecutivo ha dado una lección a los políticos españoles, tan amigos de sobrevivir a toda costa. El mensaje intrínseco a su actitud es claro: "en la política también se puede actuar con visión amplia y sin las ataduras del poder".

Las lagrimas del presidente Aznar es una de las imágenes que forman parte ya de la herencia recibida por Mariano Rajoy del actual Jefe del Ejecutivo. Aznar ha cumplido su palabra. Ese gesto, esa actitud marcan y marcarán el futuro de la política española. Aznar con su retirada, aunque no obligue a nadie, crea un precedente de desapego al poder, que ningún futuro presidente del Gobierno puede enterrar. Aznar se va, nadie tiene obligación de copiar ese gesto, pero es evidente que nadie se puede sustraer a ese estilo de "retirarse" del poder. Las lágrimas de Aznar forman parte ya del legado político que deja el actual presidente del Gobierno.


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