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Carlos Ball

¿Vencerá en Cancún el libre comercio?

A principios de año, George W. Bush actuó decididamente contra Irak, rechazando de plano los argumentos de Francia y Alemania. Pero ¿está el presidente igualmente convencido de las ventajas del libre comercio internacional? ¿Apoyará su gobierno con similar entereza la lucha por la supervivencia de cientos de millones de campesinos pobres alrededor del mundo que hoy no pueden exportar sus productos a las naciones ricas de Norte América y Europa? Pronto lo sabremos, en la conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio, que comienza el 10 de septiembre en Cancún.

Como lo comprobó Julian Simon con el magnífico trabajo de toda su vida, hoy vivimos en un mundo mejor gracias al esfuerzo de gente produciendo más alimentos, viviendo más años, mejorando su productividad e incrementando las reservas de energía. El verdadero enemigo no es el recalentamiento terrestre ni menos pantanos ni lechuzas en peligro de extinción ni la expansión urbana, sino el creciente costo de leyes absurdas, regulaciones, subsidios y proteccionismo que bloquean el progreso. Los países ricos podrán asumir esos costos por algún tiempo, pero resultan ser leyes de destrucción masiva para el resto del mundo, significando hambre, enfermedades y miseria.

Washington tiene una larga historia de hacer enemigos en América Latina. La política del Buen Vecino de Franklin Roosevelt a menudo significó apoyar a crueles y corruptos dictadores. La Alianza para el Progreso de Jack Kennedy suspendía la ayuda a países que no aumentaran los impuestos. Y la actual generación sufre la doble maldición del FMI imponiendo devaluaciones e impuestos junto a una Guerra Contra las Drogas que enriquece a guerrilleros asesinos y logra que en las escuelas norteamericanas sea más fácil comprar cocaína que cigarrillos. Así entendemos por qué la popularidad de EEUU en Latinoamérica ha descendido a su más bajo nivel histórico.

Si esto no se interpreta como un nefasto fracaso del Departamento de Estado y sus funcionarios izquierdistas de carrera, no hay esperanza de cambio. Los consulados de EEUU dificultan cada día más que los latinoamericanos vengan a estudiar, a hacer negocios, de compras o simplemente de vacaciones, como si los latinos hubieran destruido las Torres Gemelas. El embajador de EEUU en Venezuela, Charles Shapiro, parece recibir instrucciones de La Habana y le suspendió la visa al general Enrique Medina Gómez, el más conocido opositor militar de Hugo Chávez. Quizás le hicieron un favor porque no hay nada más impopular hoy en día en América Latina que ser considerado amigo de EEUU.

Al igual que el FMI y el Banco Mundial, lo mejor que EEUU puede hacer por América Latina es cerrar sus embajadas y repatriar a todos esos burócratas que no creen en el capitalismo, libre comercio, gobiernos limitados y propiedad privada. Hace un par de décadas, cuando yo era director general de un diario venezolano, sabíamos quién era el enemigo: Fidel Castro, los sandinistas, el apoyo soviético a desalmados terroristas en El Salvador, Colombia, Perú, etc. La Unión Soviética desapareció, pero Castro recibe calurosas ovaciones en América del Sur. ¿Será que Castro luce mejor ahora o que EEUU luce peor?

La política exterior socialdemócrata de EEUU hacia América Latina ha sido un desastre total. Nadie cree en las buenas intenciones de un Departamento de Estado que hipócritamente proclama el libre comercio mientras impone normas laborales y ambientales que destruyen las ventajas comparativas de países pobres. Los sindicatos, siderúrgicas y textileras parecen estar manejando la política comercial norteamericana. Además, el lema republicano de “intercambio comercial en lugar de ayuda” suena vacío cuando ese intercambio no incluye la agricultura en un hemisferio pobre y agrícola.

Y cuando esperamos una posición decidida y valiente de Washington en confrontar a los gánsgters de la OPEP –Chávez, Gadaffi, los clérigos iraníes y la familia real saudita–, el cartel es tratado con guantes, como si vender petróleo que en los desiertos del Medio Oriente cuesta producir 2 dólares el barril a 30 dólares (un margen de utilidad de 1.400%) no es un delito bajo las leyes antimonopólicas.

La vieja Europa brilla por su jarabe de pico y sonoros discursos en lujosas conferencias internacionales sobre la pobreza. Pero en Cancún, EEUU tiene la oportunidad de defender los principios que guiaron la fundación de esta nación para “alcanzar las bendiciones de la libertad”… o puede nuevamente quedarse cruzado de brazos.

Carlos Ball es director de la agencia © AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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