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Roger Bate

El hambre de ayer se torna en obesidad

La nueva epidemia que da la vuelta al mundo es la obesidad. Según el profesor Phillip James, presidente del Grupo de Trabajo sobre la Obesidad, organismo respaldado por la Organización Mundial de la Salud, “alrededor del mundo, 1.700 millones de personas son obesas”. Cientos de millones de ellas sufren de enfermedades debilitantes y 2,5 millones mueren anualmente por problemas de peso.

Los hechos están a la vista: 3.500 calorías equivalen a una libra de peso, por lo que comer 100 calorías al día (media galleta) más de las que quemamos añade casi una libra (0,45 kilogramos) de peso al mes. En promedio, el norteamericano acumula 30 calorías al día (los europeos y latinoamericanos algo menos), lo cual significa unos kilos de más cada año. Por ello aumenta la tasa de obesidad.

Dar marcha atrás requerirá una igual y consistente reducción a través de ejercicios y mejores dietas. Pero los activistas y abogados litigantes quieren resultados más rápidos, atacando al supuesto culpable: la comida rápida. Seguramente que ganarán mucho dinero si logran doblegar a las cadenas de comida rápida, pero eso no reducirá la obesidad porque no ataca la causa. Según mis propias investigaciones, a medida que aumenta la penetración de McDonald’s en Europa, menos gordos hay.

Según el Informe Mundial de la Salud de la ONU, 300 mil norteamericanos y 320 mil europeos murieron el año pasado por enfermedades relacionadas con la obesidad. Pero la prestigiosa revista New England Journal of Medicine pone en duda tales estadísticas. Además, según la definición de muchos expertos nutricionales, los deportistas fornidos y saludables son considerados obesos. El peso en sí no es el problema, sino los depósitos de grasa.

Revertir la tendencia implica cambios de actitud sobre los alimentos y el ejercicio. La principal razón por lo que la gente es más gorda hoy es porque come más. La mala nutrición había sido la tragedia mundial por muchos siglos, cuando sólo los ricos comían bien. El resultado es que cuando tenemos acceso a mucha comida, comemos de más. Eso significa que estamos genéticamente programados para comer más de lo que necesitamos porque sólo desde hace poco tiempo hemos gozado de abundante producción de alimentos y comer en exceso se ha tornado en un problema.

La manera cómo se preparan y se suministran los alimentos también ha cambiado radicalmente. Hoy, mucha más gente come en restaurantes y compra alimentos ya preparados a proveedores de comida rápida. Esta facilidad y relativos bajos precios facilitan comer de más.

Por otra parte, la gente hoy tiende a ser más sedentaria que hace un siglo. En Estados Unidos y Europa menos del 5% de los trabajos requieren esfuerzo muscular, mientras que en 1900, el 35% de la población usaba su fuerza física en trabajos agrícolas y en la industria pesada. Y un siglo más atrás, en 1800 era el 50% de la población.

Lo mismo pasa con los niños. Hoy casi nadie de menos de 16 años trabaja en los países ricos y los niños van en auto o en autobús a clases, muy pocos van caminando. El entretenimiento de la televisión también ha reducido el ejercicio de gente de todas las edades, pero especialmente de los niños.

Más ejercicio y dietas equilibradas son las repuestas al problema de la obesidad. Por el contrario, hacer que los gordos demanden a las empresas de comida rápida no resuelve ningún problema. Mis propias investigaciones lo confirman. Si las cadenas de comida rápida fueran la causa de la obesidad, el Reino Unido y Francia tendrían la mayor cantidad de obesos en Europa. No es así. Grecia tiene la población más gorda; 70% de sus adultos sufren de exceso de peso, pero ese país tiene muy pocos McDonald’s.

El Grupo de Trabajo sobre la Obesidad alega que como la cultura y el ambiente tienen la mayor influencia en la obesidad, no se puede culpar a los individuos. Yo no podría estar en mayor desacuerdo; la responsabilidad de la obesidad es individual y de los padres con respecto a sus hijos. Los burócratas aspiran a mayores presupuestos para adelantar estudios y promover más leyes y regulaciones, razón por la que tratan de culpar a la sociedad. Por su parte, los abogados litigantes culpan a las empresas de alimentos y dan excusas a los gordos para que no hagan nada. Con la excepción de unos pocos que sufren de genuinos problemas metabólicos, la culpa de la gordura es del individuo. Si no acepta esa responsabilidad, no tendrá remedio.

Roger Bate es analista de TechCentralStation.

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