Menú

Los socialistas han emprendido una vigorosa carrera hacia la moderación, en todos los frentes. Hasta Maragall nos asegura que lo malinterpretamos y que no quiso decir lo que dijo sobre Madrid degenerándose a golpe de aznarismo predatorio. José Luis Rodríguez Zapatero, por su parte, optó por darse un baño de socialdemocracia y afirmó: “durante los últimos años hemos tratado de perfilar las propuestas socialistas como elementos de un proyecto cívico configurado alrededor de un ideal de sociedad en el que ni el Estado ni el mercado determinen el destino vital de las personas”.

Esta idea del sano equilibrio entre Estado y mercado se repite mucho, pero no por ello termina de resultar satisfactoria. En efecto, como en el mercado los ciudadanos son libres de comprar y vender, y en el Estado son obligados a conducirse del modo en que la coacción legítima arbitra, parece que no es muy sensato sostener que lo mejor es la equidistancia entre la libertad y su ausencia.

No ayuda Rodríguez Zapatero a resolver esta venerable contradicción del pensamiento único. Por un lado, el liberalismo: “sólo los seres humanos, desde su responsabilidad personal y pública, desde la reflexión informada y consciente, pueden decidir su futuro”. Estupendo. Acto seguido, y como si fuera un corolario ineluctable de lo anterior: “por eso hemos reivindicado la política como instrumento de regulación de la convivencia apostando por un orden institucional basado en una concepción fuerte de la democracia”.

Dios Santo, don José Luis, aclárese. Si los seres humanos son responsables para decidir su futuro, no necesitan la coacción para nada, necesitan que el poder los deje en paz, y en absoluto requieren una democracia “fuerte” –no vaya a ser que con dicha fortaleza usurpe sus libertades y bienes.

En Libre Mercado

    0
    comentarios