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Ignacio Villa

Por la boca muere el pez

La política nunca falla, la política siempre pasa sus facturas. Y el Partido Socialista está pagando ahora las facturas por su actitud rastrera y cobarde. El PSOE ha caído en su propia trampa. Todos recordamos que, no hace muchos meses, desde las filas socialistas se intentó poner a prueba en el Congreso de los Diputados al Partido Popular. El PSOE promovió una votación secreta y personal sobre la guerra de Irak buscando la ruptura interna del Grupo popular en la Cámara baja. El PSOE buscó de forma desesperada dinamitar la unidad interna de los populares y se encontraron de bruces con una roca disciplinada y sin ninguna fisura posible.

Mira por donde, que ahora con el paso de los meses, ellos se han encontrado en su propia casa lo que buscaban en la casa ajena. Buscaban la deserción entre los populares y se han encontrado la crítica interna, y no precisamente una crítica cualquiera. El PSOE, que buscaba problemas para los demás, se los ha encontrado con Cristina Alberdi. Y es que no deja de ser curioso que, cuando los demás muestran unidad interna, dicen que es un partido monolítico e infranqueable; cuando ellos se encuentran voces críticas de puertas adentro aducen que un partido no es un "club de opinión", reaccionando con expedientes disciplinarios a diestro y siniestro. Una reacción, un estilo de hacer política que demuestra que los socialistas se encuentran con un tono político muy bajo a siete meses de las elecciones generales.

No es casualidad que el Partido Socialista esté ofreciendo una imagen lastimosa y desorientada. No es casualidad que los socialistas se encuentren en una complicada encrucijada ante las elecciones generales del próximo mes de marzo. No es casualidad que, como gran solución estratégica en el PSOE, la discusión sobre las listas electorales se limite a apellidos históricos como González, Guerra, Almunia o Fernández. No es casualidad que en la calle Ferraz sólo se respire desilusión, nerviosismo y desconcierto. Nada es casualidad en las filas socialistas. Y es que, echando una mirada atrás, percibimos que no se habían recuperado del felipismo cuando entraron en la oscura época "Almunia-Borrell" para terminar ahora con el "bluf" de Rodríguez Zapatero, que recibió un PSOE dispuesto a todo y que ha conseguido quitar la ilusión al más pintado.

Al Partido Socialista parece que le han echado mal de ojo. Ni el "macro-mítin" del próximo domingo en Madrid, para recuperar el llamado "espíritu de Vistalegre", parece que vaya a servir de nada. Estos pequeños parches son inútiles cuando fallan los cimientos y los programas. Desde luego, a estas alturas los socialistas sólo pueden tener un objetivo: no bajar de los escaños del año 2000. Si Zapatero no alcanza ni el límite de diputados que alcanzó Almunia, los socialistas habrán tocado fondo. Y, desde luego, lo que está pasando tiene muy mala pinta. Podemos estar caminando hacia un descalabro histórico. Al final, por la boca muere el pez.


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