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Carlos Semprún Maura

Cada vez peor

Lamento no haber apuntado en el acto el nombre del diputado europeo del PP, pues se me ha olvidado, que participó anteayer en la emisión política de la estatal cadena de televisión France 2: Mots Croisés (Palabras cruzadas, Crucigrama), no sólo porque estuvo bien, sino porque fue la primera vez desde hace siglos que en una importante emisión como esta se puso a España como ejemplo. Resulta inaudito.

El tema del programa era la situación económica en Francia y sus líos con la Comisión europea. En este sentido, España es la “primera de la clase”, debido a sus buenos resultados en cuanto a PIB, déficit, inflación, etcétera. El ministro de Economía galo, Francis Mer, sonrió displicentemente, pero cuando la responsable de la emisión, Arlette Chabot, cortó sus dimes y diretes preguntando: “pero bueno, ¿es cierto lo que ha dicho el eurodiputado español?” Francis Mer, siempre con sonrisa displicente y tono paternalista, soltó: “Desde luego, sí, desde 1997, la política económica del Gobierno español ha tenido buenos resultados, pero...” Pero les hemos ayudado, Europa les ha ayudado. No fue tan grosero como Schröder, pero me hizo pensar en un padre que, comentando los éxitos de su hijo en los exámenes, dijera: “es que en casa le hemos ayudado mucho”.

Enfrente, Pierre Moscovici, secretario del PS para las relaciones europeas y miembro que fue de la Convención que planeó ese aborto de Constitución europea, no fue sólo displicente, fue insultante. Sin hablar de economía, de cifras, de resultados, afirmó que Francia debía seguir una vía diferente a la del Gobierno Raffarin y, qué duda cabe, a la de esos metèques españoles. Pero no dijo cuál. Se limitó a intentar convencerse, en público, de que si el PS volviera al poder “lo haría mejor”. Sería absurdo negar que el Mercado Común (porque en política es harina de otro costal), ha beneficiado a España, como a Portugal, Irlanda y otros países, incluyendo a Francia, que ha cobrado demasiadas subvenciones para su agricultura, por ejemplo. Imaginemos un instante los resultados que hubiera obtenido España, si, en vez de una política a medias liberal, lo hubiera sido totalmente.

Por lo visto, se ha abierto un gran debate oficial sobre la escuela en Francia. Junto a otro debate, no oficial, sobre la decadencia industrial, científica, cultural francesa, llenan, ambos, las páginas de los periódicos. El pretexto actual del debate sobre la decadencia francesa es el libro de Nicolas Beverez La France qui tombe (La Francia que cae), en el que demuestra, aportando todo tipo de datos, que Francia va cada vez peor en todos los sectores que analiza, incluso en el de la Defensa.

En relación con la enseñanza, que evidentemente constituye uno de los pilares de la nación y, por lo tanto, de su decadencia, Philippe Nemo, que ha escrito varios libros sobre el tema, en un artículo publicado en Le Figaro este martes, analiza lúcidamente cómo, desde hace 40 años, se está burocratizando cada vez más. La función de la enseñanza ha perdido su sentido elemental, el de enseñar, el de transmitir conocimientos que permitan al estudiante hacerse su propia visión del mundo, formarle para un empleo para mejor participar en la sociedad y en donde las nociones de esfuerzo, de mérito, de sana ambición, se ven ninguneadas porque serían de derechas. Escribe Nemo que desde hace decenios, y muy concretamente desde que el general de Gaulle volvió al poder en 1958, son los sindicatos socialistas y comunistas quienes dirigen realmente la enseñanza, infinitamente más que los ministros. Y así van las cosas.


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