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Pío Moa

La memoria, buena maestra

La señora Valcarce, política socialista, ha dicho en el Parlamento que “la memoria es siempre la mejor maestra”. No sé si la mejor, pero en todo caso la memoria enseña mucho, aunque me temo que no, precisamente, a la señora Valcarce. Pues la frase iba incluida en una propuesta de anulación de los juicios efectuados por el franquismo contra sus enemigos, a quienes dicha señora califica de “defensores de la democracia”.

Como sabe casi todo el mundo, las personas enjuiciadas por los franquistas durante y después de la guerra eran en su inmensa mayoría comunistas, anarquistas y socialistas. Llamarles “defensores de la democracia” sólo es admisible si entendemos por tales lo que podía entender Stalin, por ejemplo. No me gustaría pensar que la señora Valcarce y su grupo se identifiquen a estas alturas con semejante democracia. Y me temo que a los republicanos de izquierda, o los nacionalistas catalanes y vascos, tampoco pueda atribuírseles un ideal de libertad, por cuanto los primeros acabaron de destruir la república al armar a las masas en julio del 36, los segundos se habían sublevado en 1934, en compañía de los socialistas, contra un gobierno legítimo y democrático, y, en fin, definir como demócrata a un partido inspirado por Sabino Arana resulta casi tan abusivo como definir así al inspirado por Hitler. Y todos ellos, en fin, unieron su suerte a los revolucionarios, para bien y para mal.

Estas cosas resultan obvias para quien estudie sin anteojeras aquellos tiempos, y ya está bien de intentar lavar el cerebro a la gente con falsedades del calibre de las lanzadas por la señora Valcarce. Además, al anular todos los procesos se metería en el mismo saco a los Juan Peiró y a los García Atadell, es decir, a las víctimas inocentes y a los culpables. ¿Quiere esto el PSOE? Pues, indiscutiblemente, muchos –pero no todos– de los fusilados por Franco eran culpables de crímenes horrendos, y los franquistas pudieron capturarlos a racimos porque sus jefes se preocuparon de ponerse a salvo sin dejar la menor previsión de huida u ocultamiento para los demás (esto también lo enseña la memoria, de la que tan mal aprende la parlamentaria socialista). Ahora bien, ¿vale la pena emprender a estas alturas semejante revisión, forzosamente costosa, y discutible en muchísimos casos?

Otra medida sería la de anular aquellos procesos, no porque los condenados defendiesen la democracia, desde luego, sino porque en su gran mayoría no reunieron los requisitos y garantías legales que hoy consideramos necesarios. Entonces habría que anular igualmente, y de manera explícita, los juicios del Frente Popular contra los derechistas. Tampoco sé si valdrá la pena, pero al menos resultará menos complicado.

Hay un elemento positivo en la propuesta socialista: que los archivos se conserven y cataloguen adecuadamente y se permita su libre acceso a ellos. Me sorprende que no lo hubiera hecho el PSOE en su larga estancia en el poder, pero en todo caso la idea es buena –una vez eliminemos el camelo de los “defensores de la democracia”– ya que, salvo algunos fanáticos irremediables y determinados demagogos, nadie está hoy interesado en cultivar el rencor.


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