Menú
Víctor Llano

Por unos espejuelos

Se lo ha dicho a su amigo Oliver Stone en una entrevista que publica “Paris Match”. Según Fidel Castro, el 95% de los que quieren escapar de su país “sueñan con un coche y un montón de bienes materiales”. Una vez más el subconsciente le ha traicionado. Todo el mundo entenderá que se refiere al 95% de los cubanos. El coma-andante ha dicho la cifra exacta. Salvo el pequeño círculo que le rodea y los que temen ser procesados lejos de la Isla, todos quieren alejarse de él. Cada semana decenas de personas se suben a una maltrecha barcaza para tratar de llegar a las costas de Florida. Pero no para comprarse un carro. Por un automóvil nadie se expone a ser devorado por los tiburones. Por cada uno que llega, pueden haber muerto cuatro. Entre otros muchos motivos, arriesgan su vida para no seguir viendo al Máximo Líder en televisión. Aunque sólo fuera por esto, nadie podría reprochárselo. La omnipresencia de este sujeto en la vida de todos los cubanos es uno de los peores castigos que un ser humano puede imaginar. ¿Se imaginan ustedes lo que es saber que toda tu existencia está dirigida por un tipo que está como una cabra? Así llevan los cubanos 44 años.

No obstante, vamos a suponer que por una vez Esteban Dido hubiera dicho la verdad. ¿Por qué no pueden los cubanos querer comprarse un carro además de un bistec y de una aspirina? Soñar, no sueñan con un coche; pero querer, claro que lo quieren. Lo malo es que ni siquiera pueden fantasear con conseguirlo. Sus sueños son muchos más perentorios. Sueñan con un trozo de carne, con un antibiótico, con no tener que ofrecerse a una anciana canadiense, y con unos espejuelos. Es tanta su miseria que hasta a la estatua que le han levantado a John Lennon en La Habana le robaron las gafas. Desde entonces, día y noche, hay un cubano sentado delante del monumento. Si encuentran al ladrón le condenarán a 10 años de cárcel. En la Prisión-grande te pueden fusilar por matar una vaca. Cuesta creerlo y tal vez muchos lectores pensarán que exageramos, pero no es así. En el frenopático robolucionario todo es posible. Castro está completamente loco desde mucho antes de que su padre le montara en un tren en Santiago para perderle de vista. Los jesuitas del colegio Belén nada pudieron hacer por su salud mental. De muy adolescente ya llevaba pistola y estrellaba su bicicleta contra el muro más cercano.

Ahora le ha dicho a su amigo Oliver que le causó un profundo pesar fusilar a tres negritos, que jamás ha torturado a nadie, que los disidentes que ha condenado recibían “toneladas” de dólares de la potencia enemiga, y que los 34 periodistas que mantiene en prisión carecen de título. ¡Toneladas de dólares y periodistas sin titulación! ¿Cómo es posible que un tipo que justifica de este modo sus crímenes pueda llevar 44 años en el poder? Únicamente personajes como Gaspar Llamazares, Lula da Silva, Hugo Chávez, Oliver Stone, Carlos Carnicero, Rosa Regás, o Alfonso Sastre, podrían explicarnos cómo un criminal tan chiflado es admirado por tantos supuestos intelectuales y presuntos estadistas. Lástima que ninguno de ellos se concentrara este sábado frente a la Embajada de Cuba en Madrid para pedirle a su querido Comandante en Jefe que deje de torturar al poeta Raúl Rivero. Entre manifestantes, periodistas y policías no llegamos a treinta. Pero de esto no tiene la culpa Fidel Castro. ¿Qué fue de los políticos, periodistas y artistas que hace seis meses se manifestaron contra la tiranía en la Puerta del Sol? Salvo honrosas excepciones, en España ya nadie se interesa por los cien mil presos que están siendo torturados en la Isla-cárcel. ¿Se acuerdan de la medalla del Senado que supuestamente le iban a retirar a Castro? Pues nunca más se supo. Ya lo dijimos entonces. Lo suyo era puro teatro. Sólo se interesarán realmente por Cuba cuando muera el Monstruo de Birán. Pero entonces los cubanos los necesitarán mucho menos de lo que los necesitan hoy. Alguien tendría que recordárselo.


En Internacional

    0
    comentarios