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Víctor Cheretski

La tarea prioritaria de Putin

¿Cuál es la tarea prioritaria del presidente ruso, Vladímir Putin? ¿Será aumentar salarios a sus compatriotas que cobran al mes menos de 50 euros, o sea, a la mayoría del pueblo hundido en la más profunda miseria? ¿O hacer algo para ayudar a un millón de niños vagabundos? ¿O acabar con la guerra en Chechenia, luchar contra las mafias y la corrupción?

Por supuesto que no. Son cosas menores comparando con la realización del propósito estratégico. Lo más importante y urgente para Putin es… construir en Moscú un monumento a Yuri Andrópov.

No, no está loco, ni nosotros tampoco. Los que conocemos Rusia esperábamos algo parecido desde hace tiempo. Y es que inmortalizar a sus símbolos y a sus ídolos preferidos es una gran tradición de los regímenes totalitarios rusos. No importa si se llama bolchevique o de alguna otra manera.

Es sabido que Andrópov no fue cualquier líder comunista. No se parecía ni al caótico Jrushev, ni al senil Brézniev o al despistado Gorbi. Era comparable sólo con el más “grande” de todos, el abanderado del régimen, el “padre del proletariado mundial”, Iósif Stalin. Andrópov lo demostró dirigiendo el país con mano dura aunque no pudo llegar a la altura del que fue el asesino más sangriento del siglo XX. El mandato de Andrópov, interrumpido por la muerte natural, duró sólo 15 meses (desde el 12.11.82 hasta el 09.02.1984).

No obstante, la represión durante su gobierno llegó a tal punto que la gente no podía salvarse de controles ni en las tiendas, ni en las peluquerías, ni en sus casas. La policía te paraba también en plena calle para preguntarte si tenías permiso para pasear “en vez de trabajar en estas horas para la patria”. Los estalinistas de los tiempos de Andrópov lloraban de alegría al ver el regreso a su país de los tiempos más oscuros de la época comunista.

Fue también Andrópov quien aplastó la revolución húngara en 1957. Pero los mayores méritos ante el régimen los obtuvo en el sillón del presidente del KGB (1973-1984). Creó un enorme imperio político-policial. La destrucción del movimiento de los “disidentes” fue su mérito personal. Muchos de estas personas, especialmente los intelectuales, pasaron por los tristemente célebres “psiquiátricos especiales”. Las grandes dosis de tranquilizantes convertían a personas sanas y normales en psicópatas. Y todo eso para confirmar la gran tesis del KGB y de su líder Andrópov: “sólo las personas psíquicamente inestables pueden criticar al poder bolchevique, el más democrático en el mundo”.

El monumento a Andrópov será abierto el 15 de julio de 2004, el día de su 90 aniversario. No habrá retrasos por falta de financiación ya que la creación de este monumento es la iniciativa personal del presidente, según la prensa rusa.

Esta información no pide comentarios sino una pequeña pregunta. Nos gustaría saber si el presidente Bush a la hora de mirar en los “honestos ojos” de su amigo Putin ve también en ellos el reflejo del GULAG.


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