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Emilio J. González

Cadena de errores

Los socialistas siguen sin enterarse de qué va esto de la política presupuestaria. En sus comentarios al anuncio del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, de un superávit del 0,5% del PIB al finalizar este ejercicio, se centran en lo mismo, en que se ha producido por no gastar, sobre todo por no gastar en políticas sociales. Primer gran error. Ese resultado es el fruto de las bajadas de impuestos llevadas a cabo este año, que han estimulado la actividad económica y, en consecuencia, la creación de empleo, lo que, en términos presupuestarios, se ha traducido en mayores ingresos por IVA, Sociedades y, sobre todo, cotizaciones a la Seguridad Social. Y, desde luego, pocas políticas sociales pueden ser mejores que la creación de empleo, por muchas razones, entre ellas, porque España sigue teniendo una tasa de paro elevada.
 
Lo segundo que dicen los socialistas es que no es admisible un superávit presupuestario cuando, por ejemplo, hay necesidad de más residencias para la tercera edad, como señaló el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, en su intervención en el debate de presupuestos. Nuevo error. En primer término, cualquier estudiante de Ciencias Económicas sabe casi desde el principio que para que la política económica sea eficaz, cada instrumento debe dirigirse al cumplimiento de un objetivo, no de varios, porque entonces no se llega a ninguna parte. El objetivo ahora es seguir reduciendo el desempleo, lo que tiene varios efectos colaterales. El primero es que, a medida que se crea empleo, se sanean más las cuentas del sistema público de pensiones, algo extremadamente importante de cara al futuro y, desde luego, algo muy social. El segundo es que el equilibrio presupuestario permite disfrutar de tipos de interés bajos que estimulan la actividad  productiva y el empleo y, con ellas, el aumento de la recaudación tributaria; es decir, se ingresa más y eso se puede destinar a nuevas rebajas de impuestos y, además, a afrontar en el futuro esas políticas sociales que necesita el país y que demanda el PSOE sin que su financiación se haga a costa de desequilibrios macroeconómicos que destruyen empresas y puestos de trabajo. Eso es lo que ocurrió en la década de los ochenta y terminó por dejar en España una tasa de paro del 25%. Pero, por lo visto, los socialistas no sólo no aprenden de la Historia, sino que ni tan siquiera lo hacen de sus propios errores.
 
La tercera equivocación es el destino del superávit presupuestario. Este se produce gracias a la Seguridad Social, que terminará el año con un saldo positivo de entre el 0,8% y el 0,9% del PIB, tres o cuatro décimas más de lo previsto. El Estado, en cambio, saldará sus cuentas con un déficit del 0,3% ó 0,4%, una o dos décimas menos de lo presupuestado. En consecuencia, todo el superávit se debe a la Seguridad Social y el destino que hay que dar a ese dinero está claro, tanto en el Pacto de Toledo como en la ley: los superávit del sistema público de pensiones tienen que ir al fondo de reserva del mismo. En consecuencia, al proponer los socialistas en su decálogo otras opciones lo que hacen es ir contra lo pactado, lo legislado y lo que consolida el sistema público de pensiones, sin que en sus propuestas se aprecie mucha lógica. Por ejemplo, piden más dinero para I+D, pero no tienen en cuenta todo el que se dedica ya y, sobre todo, que el propio aparato productivo español no tiene capacidad para absorber muchos más recursos. Y, en cuestión de carreteras, más les valdría mirar y denunciar en qué estado se encuentran las que dependen de la Junta de Andalucía, que parece que no se han vuelto a realizar obras de mantenimiento en ellas desde la Expo de Sevilla de 1992. Pero hacer demagogia siempre es fácil. Que pena, y este es el último error, que no hayan aprendido la lección que les ha deparado la repetición de las elecciones a la Asamblea de Madrid.
 

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