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Rubén Loza Aguerrebere

Misiva del padre de un secuestrado

Los episodios que se están viviendo en Buenos Aires son tan violentos como en las pesadillas más extravagantes; pero de todas maneras, el juicio despierto los ratifica. Me refiero a la inseguridad, a los secuestros. Uno de ellos, el padre de un conocido futbolista, fue motivo una carta anterior. Ahora, mientras se han conocido algunos detalles del secuestro del gerente de un hipermercado de Temperley (junto a sus hijos de ocho y diez años) que tuvo lugar el pasado domingo y que, tras el pago de una suma que ronda los cien mil pesos, fueron liberados, otro caso ha llenado de estupor y espanto a todos. Se trata del joven Pedro Belluscio, un estudiante de Biología en la UBA, que fue secuestrado el 22 de septiembre. Fue interceptado por una banda que operaba en dos automóviles, integrada por ocho hombres armados. Dos policías que fueron alertados por un guardia de seguridad intentaron detenerlos, pero no pudieron hacerlo: uno fue herido en un pie y el otro recibió un disparo en el chaleco antibalas. Y desaparecieron. Luego solicitaron un rescate: un millón de pesos.
 
Mientras familia ha señalado que les resulta imposible pagar esa suma, crece la certidumbre de que la banda se habría equivocado de persona. Se ha sabido, de todos modos, que el rescate solicitado fue rebajado a 200 mil pesos, según algunas fuentes, en tanto otros dicen que es de 100 mil pesos. Todo es muy incierto, todo está en penumbras, todo está rodeado de un denso y doloroso misterio. Pero lo cierto es que la familia, que no ha logrado reunir la suma exigida por los captores, ha recibido ya dos falanges del dedo índice del secuestrado, más el tétrico agregado del vídeo con las escenas de las mutilaciones.
 
El caso, espeluznante, llevó al padre del joven Belluscio a divulgar una extensa misiva, que firmó al pie; en ella, señala, entre otros párrafos: “Mi... hijo fue secuestrado por una banda de delincuentes extorsivos que le cortaron y nos enviaron ya dos falanges del dedo índice de la mano derecha (con videos indescriptibles y explícitos) y además amenazan con seguir amputándolo y con matarlo”. También dice: “nos piden una cifra imposible de reunir para nosotros, está en manos de sádicos secuestradores extorsivos”. La extensa carta, cuya lectura provoca escalofríos, agrega más adelante: “Todo está en un silencio sepulcral, necesitamos desesperadamente toda la colaboración posible de todos los padres y madres del mundo entero. No queremos dinero, sólo queremos que se enteren todos de esto, debemos difundirlo y no cubrir la realidad con un manto de silencio por espantosa que sea. El método de ayuda que hoy entendemos como útil es simple y pacífico: mandar e-mails al Gobierno, a la Policía Federal, a la Policía de la provincia, a los medios de prensa...”.
 
La misiva ha tenido amplia repercusión, es verdad, pero asimismo una rápida y terrible respuesta de los secuestradores: en caso de que los padres del joven sigan por este camino, matarán al secuestrado. Este doloroso y ejemplar pedido de ayuda se agrega, en estos dos últimos meses, a unos cuarenta secuestros más, elevadísima cifra. La inseguridad es, hoy por hoy, un mortificación permanente. Los bonaerenses no saben bien qué hacer porque es evidente (como ha desvelado esta carta) que la inseguridad está a la vuelta de la esquina y la víctima puede ser cualquiera. Ciertamente, nada recompone los semblantes de los temerosos habitantes de esta ciudad desmesurada.

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