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¿Conocen ustedes a alguien que se llame Evo? Yo no. Pero dicen los noticieros que existe un tipo que se llama así y que es amigo de Fidel Castro. Para las dos cosas hay que, o estar completamente loco –que es lo más probable– o sentirse muy seguro de sí mismo. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es que este hombre es un peligro público. Le ha faltado tiempo para visitar al coma e informarle de que muy pronto podrán festejar que América Latina se ha convertido en un “nuevo Vietnam” para Estados Unidos. Los hemos dicho en otras ocasiones, no se sabe quién los cría, pero el diablo acaba juntándolos en La Habana. El caso es que Castro tiene un nuevo amiguito. Tal vez las patrañas de Evo le hayan servido para olvidar que a la Feria Internacional que ha organizado para engañar a nuevos especuladores acudirán 275 firmas menos que las que acudieron el año anterior. Las jineteras –por muy universitarias que sean– ya no tienen mucho poder de convocatoria. Sus clientes no repiten. Ahora el coma ha recuperado los festivales de ron de Varadero. Pasa de gestionar el turismo sexual a fomentar el cirrótico. Todo menos arriesgarse a no disponer de dólares para financiar la tortura.
 
Si su salud se lo permite –el último rumor apunta a que tiene cáncer de hígado– asistirá a la próxima cumbre Iberoamericana que se celebrará en Bolivia. Aznar ya ha advertido en Brasil que no piensa pedirle que no vaya. Allí, junto a Chávez, Lula, Kirchner, Gutiérrez y Evo –el nuevo “galáctico”– podrá seguir hablando del “poder del pueblo”. Lo recordó Germán Yanke este jueves en la Fundación Hispano Cubana. Castro, mucho antes que Ibarretxe, también decidió no hablar nunca del concepto de ciudadano. Para ellos todo derecho descansa en el pueblo. En el “pueblo vasco”, o en el “pueblo cubano”. Los doscientos mil vascos que por serlo se sienten españoles y que han abandonado el País Vasco, y los dos millones de cubanos que han escapado de Cuba, no forman parte del pueblo. Son incapaces de comprender. La mitad del pueblo vasco que rechaza el proyecto separatista, y el 95% de los cubanos que sueñan con huir la Isla-cárcel, no tienen otro derecho que no sea el de callar para no llamar la atención de los verdaderos “patriotas” que, por miedo, aparentan comulgar con la barbarie.
 
Tanto el castrismo, como el movimiento separatista vasco, necesitan del terror para no provocar la risa de los que no tienen más remedio que escuchar sus argumentos. Tiene razón Germán Yanke. Pretenden que nos cansemos y que desistamos; que esperemos callados a que Castro se muera, y que Ibarretxe y sus amigos se conformen con menos. Así nos ha ido tanto a vascos, como a cubanos. Olvidamos que los fanáticos jamás se conforman con nada. Fue un error darles carrete y esperar que cambien. ¿Recuerdan cuando Aznar le pidió al coma que moviera pieza? Ahora él se va y el Monstruo de Birán sigue sentado frente al tablero. Ha parado el reloj. Cien mil cubanos se mueren en sus cárceles; pero Aznar, por no pedirle, ni siquiera le sugiere que sería mejor que se quede en su finca y no protagonice otra cumbre Iberoamericana. Evo le espera en Bolivia para –amarraditos los dos– soñar con un nuevo Vietnam. ¿Qué pinta un presidente español entre semejantes “estadistas”? ¿Le recordará Aznar a Castro que todavía los jueces de la Audiencia Nacional confían en que extradite a uno de los muchos etarras que cobija? ¿Acaso le pedirá que nos devuelva los más de tres millones de dólares que nos robó después de que nuestro país los invirtiera en un supuesto Centro Cultural de España en Cuba? ¿Le preguntará por los periodistas que ha encarcelado? ¿O cuando el coma pierda el hilo de su discurso y muestre signos de que es ya es muy poca la sangre que le llega al cerebro, mirará para otro lado y pensará que todavía tendrá tiempo de enviar a alguien para que le represente en el tan esperado velorio?

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