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Guillermo Rodríguez

Matrimonio de conveniencia

Cuando un sector atraviesa un periodo de crisis, está obligado a reaccionar. En la mayoría de los casos se opta por el recorte de gastos, pero cuando esta estrategia no funciona, la única solución consiste en aliarse con los competidores. Tras varios años de severa crisis, la discográfica japonesa Sony y la alemana Bertelsmann no han tomado la decisión más correcta, sino la única que les quedaba: unir sus fuerzas para encarar un futuro complejo dominado por la era digital.
 
La compañía resultante (integrada en un 50% por ambas firmas) se llamará Sony BMG. La joint-venture afecta fundamentalmente a la que es primera disquera del mundo, Universal, cuyo liderazgo tiene visos de peligrar a no ser que adopte una medida similar. La unión provocará que la empresa japo-alemana se haga con el 25,6% del mercado mundial de discos. Universal, por el momento, mantiene el 25,9%.
 
Aunque la fusión aún debe recibir el visto bueno de las autoridades de Defensa de la Competencia de Estados Unidos y de la Unión Europea, la iniciativa es positiva porque muestra una capacidad de reacción por parte de las discográficas que ha brillado por su ausencia durante los últimos años. Precisamente la única que ha optado por el inmovilismo es Universal, ya que las otras dos disqueras que forman parte de las ‘cinco grandes’, EMI y Time Warner, están negociando un acuerdo de fusión.
 
Durante los últimos cinco años, las ventas de discos han pasado en todo el mundo de generar 40.000 millones de dólares a quedarse en los 30.000 millones. Y no, este descenso no se debe a la profusión del top-manta, un fenómeno que sólo se estila en un puñado de países (España, fundamentalmente) y que se desconoce en potencias como Estados Unidos y Japón.
 
Una de los principales causantes de este descenso en ventas ha sido Internet, que ha desempeñado un papel crucial a la hora de ahogar a las discográficas en el pantano de la crisis. Pero ojo, que la Red sea la causa no exime de culpa a la industria discográfica. Hace cuatro años que Napster vivía sus días de gloria y muchos ya vieron lo que se avecinaba. El futuro de la música pasaría por Internet y las formas tradicionales de distribución (discográfica-tienda-consumidor) estaban avocadas a la extinción. Muchos, en fin, intuyeron por dónde irían los tiros. Las discográficas no. Empeñadas en criminalizar a Internet, se pusieron en manos de la RIAA (Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos) para arrasar con todo programa pirata que lastara su negocio.
 
Cuatro años después, las discográficas se han percatado de que la solución (no para acabar con la distribución masiva y gratuita de música en Internet, que no se erradicará) reside en fomentar las alianzas en el mundo real. En esas están ahora. Pero el futuro es Internet, y los métodos para vender música en la Red es diferente al que impera en el mundo real: se requiere una alianza unánime, una Armada Invencible que una sus fuerzas para ofrecer en una plataforma toda la música que está en sus manos. Hasta que no se llegue a este punto, la venta de canciones a través de la Red nunca fulminará la potencia de los programas piratas.

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