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Carlos Semprún Maura

Cabezas de turco

Con Laurent Fabius, que hace su striptease, declara que le encanta Star Academy, sale cada dos por tres en la telebasura, para dárselas de joven, moderno y à la page, y en un libro relata con qué heroísmo ha superado el trauma de su calvicie. Con François Hollande, el interino, que ni se entera, robot fofo, o sea de goma, que sólo emplea la lengua de palo, y cuya mirada, siempre asustada, parece preguntarse ¿cuándo me tumban?; con Jack Lang, cursi de guantes grises, demagogo y embustero, no veo el PS muy bien parado, y puede incluso que algunos añoren a Lionel Jospin, porque no sale en calzoncillos, y se han olvidado que este señor, durante 20 años fue a la vez, dirigente socialista, secretario nacional del PS, inclusive, ministro de Mitterand, y miembro de una célula trotskista, lo cual yo no lo veo como modelo de transparencia, rigor y honestidad política que son las medallitas de chocolate que él mismo ha colgado en su solapa. El PS tiene gentes de valía, pero a Michel Rocard le han tirado a la cuneta “cultural” del Parlamente europeo, y sobre Strauss-Kahn y Cambadelis se cierne aún la sombra de las estafas de la mutua estudiantil MNEF, en las que estuvieron pringados y se libraron de la cárcel de milagro. Milagro político, se entiende.
 
Jack Lang, ex ministro de Propaganda de Mitterand, ex ministro de Educación Nacional de Jospin, fue entrevistado este domingo por tres periodistas, uno de televisión (LCI), otro de radio (RTL), y otra de papel (Le Monde). Ninguno de los tres periodistas, señaló sus incoherencias y contradicciones, porque después de repetir la retahíla actual del PS: nosotros lo hicimos magníficamente, el Gobierno Raffarin lo hace muy mal (¿porqué fueron electoralmente barridos entonces?), se enfrascó en evidentes contradicciones. Por ejemplo, atacando a Luc Ferry, declaró que los profesores franceses y la enseñanza gala “eran los mejores del mundo”, para, poco después, lamentar que la investigación científica en Francia, y en Europa, añadió fuera una catástrofe. Y yo, ingenuo, que creía que la Universidad y la investigación tenían algo que ver. Asimismo, acusó al Gobierno de no respetar los tratados europeos firmados por Francia, de estar en conflicto permanente con la Comisión, y no sólo en relación con el pacto de estabilidad, y dos segundos después, con parrafadas soberanistas, él, tan “europeo”, afirmó que la política francesa se decidía en París, y no en Washington, ni en Bruselas, ni en Ginebra (¿qué pasa en Ginebra?). Sin decir una palabra sobre la tiranía de Sadam en Irak, apoyó, como sus camaradas socialista, la postura antiyanqui de Chirac, considerándola, sin embargo, demasiado blanda. ¿Tal vez hubiera deseado que Francia declarara la guerra a los USA?
 
Claro que no faltan motivos para criticar al Gobierno Raffarin, pero sobre todo por su indecisión para llevar a cabo las reformas necesarias, y por ser las iniciadas demasiado timoratas, el lastre de tantos años de sucesivos Gobiernos socialistas, no se liquida así. Pese a la hábil propaganda de Sarkosy, uno de sus fracasos más rotundos concierne a la seguridad ciudadana, porque las bombas siguen explotando en Córcega y además ha surgido un novísimo problema, mientras que los demás siguen igual, sin solucionarse: con el astronómico aumento del precio de los cigarrillos, y para alimentar el “mercado negro” floreciente, se atracan tantos estancos que el Gobierno ha decidido protegerlos. No será nada sencillo, porque en Francia al tabaco se vende sobre todo en los cafés con “rincón-estanco” y ¿cómo proteger a los millones de cafés-tabac que existen en éste país?
 

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