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A dos días del final de campaña, los líderes políticos catalanes se disponen a pegarle el mayor bocado posible a la deseada tarta de los indecisos. No se descartan algunas sorpresas en el reparto que tantos daban como inevitable la semana pasada. Negar la posibilidad matemática de una mayoría CiU-PP podría haber sido demasiado precipitado, y acaso una nueva exhibición de voto oculto de los populares le haga tragarse a Mas el domingo por la noche sus contundentes palabras de rechazo a un pacto con Piqué.
 
Pronto sabremos si se repite ese fenómeno de la ocultación del voto. Las empresas de demoscopia se han dado algún que otro batacazo por su culpa. En ocasiones benefició a los socialistas (sobre todo en la época del rosario, o mejor la ristra, de corruptelas). Hoy, de afectar a alguna formación, no puede ser a otra que al PP ni en otro lugar que en Cataluña, donde el ambiente sigue inhibiendo, y cómo, a esos excéntricos ciudadanos que dan en votar ni más ni menos que al primer partido de España. ¡A quién se le ocurre!
 
Las paradojas del marketing político obligan a pegarle collejas precisamente a las formaciones más próximas y a ignorar a los adversarios de verdad, con quienes en realidad no se compite en campaña. Así, ante la amenaza de la fuga de su voto joven, CiU se ha lanzado a desacreditar a ERC y a presentar a las huestes de Carod como poco menos que recalcitrantes centralistas españoles deseosos de entregar el poder a Maragall, es decir, a Zapatero, a Bono, a Rodríguez Ibarra. Y reaparecen los fantasmas de la LOAPA y las viejas humillaciones infligidas a Pujol por Guerra y González, hoy travestido de amigo de la España plurinacional, de la España débil, de la España inexistente. Quién se lo iba a decir.
 
Piqué viene manejando con cuidado la paradoja, que tan fácilmente se puede volver contra uno, enviando dos mensajes simultáneos acerca de CiU, con la esperanza de que cada uno llegue a la parte adecuada (y nunca a la otra) del electorado centrista que ha mantenido a Pujol en el poder durante un cuarto de siglo. El doble mensaje es este: Pujol lo ha hecho en general bien, ha contribuido a la gobernabilidad y pasa a la historia con buena nota. Su sucesor natural es él, no Mas, pues éste abre peligrosos debates institucionales que Pujol nunca planteó y ha echado por la borda a los hombres que representaban la sensatez. Su joven equipo está formado por radicales deseosos de enfrentarse con Madrid.
 
El marketing político, y más en concreto la estrategia que los técnicos conocen como reposicionamiento, trata de corregir la percepción de la gente mediante la ubicación de las propias siglas en terrenos y en discursos del contrario, logrando un ligero desplazamiento que se considera beneficioso. Anguita nunca quiso usar el marketing, y así le fue, pero los comunistas catalanes se han entregado a él con entusiasmo. La percepción de moderación que se han propuesto suscitar los lleva a portarse tan bien que parecen la Madre Teresa. Ningún extremismo en su discurso. Mientras en el debate en televisión los demás candidatos generalizaban, Saura dedicaba minutos enteros a denunciar los meses de espera para las operaciones de rodilla. Hoy los comunistas están básicamente preocupados por nuestras rodillas. Yo creo que antes también, pero evitaré el chiste fácil.
 
Como el marketing político se apura en los finales de campaña, no me extrañaría ver mañana a Carod vestido de torero por la Diagonal.

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