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EDITORIAL

Catástrofes ecologistas

Hoy se cumple el primer aniversario del naufragio del Prestige. Y no está de más recordar que la marea negra fue para los ecologistas, el BNG-nunca mais y, en general, todos aquellos interesados en sacar provecho –político, mediático o económico– del desastre, como una especie de “maná” providencial venido del mar. Fueron pocos entonces los que se resistieron a vaticinar el “fin de la vida marina” en las costas gallegas y la ruina total del sector pesquero y marisquero gallego. Sin embargo, un año después, la práctica totalidad de las costas gallegas están libres de chapapote, y existen sólo unas pocas áreas donde continúan prohibidas –por razones de prudencia– la pesca y el marisqueo.
 
Pero la rapidez con que se han recuperado las costas y la actividad pesquera no parece haber sentado muy bien a quienes medran únicamente con el catastrofismo. Por ello, en el aniversario del hundimiento del Prestige, menudean las nostalgias del chapapote en los ambientes pseudocientíficos, en las tribunas políticas y en los medios de comunicación. Sin ir más lejos, la semana pasada, la organización ecologista WWF-Adena presentaba un “informe” en Londres y en Madrid sobre los supuestos peligros de consumir mariscos y pescados gallegos, advirtiendo de los posibles riesgos de contraer un cáncer por culpa de una supuesta incuria administrativa en lo que se refiere a la vigilancia de la condiciones de salubridad de las capturas. Ya advertimos de la doblez del “informe” y de las tácticas leninistas que en general emplean los grupos ecologistas, reproducidas punto por punto en el comunicado de WWF-Adena.
 
Y ayer mismo, el diario El Mundo publicaba las conclusiones de un estudio realizado por Juan Manuel Freire, profesor de Biología Marina en la Universidad de La Coruña, donde, más o menos, se confirmarían –con el marchamo del estamento científico-académico– las conclusiones de WWF-Adena. En resumidas cuentas y según el estudio, los métodos de medición de los tóxicos presentes en el marisco y en el pescado serían insuficientes para detectar la verdadera peligrosidad que conlleva el consumo de estos productos, pues la contaminación derivada de los vertidos del Prestige se irá incorporando lentamente a la cadena alimentaria durante una década. Además, Freire se permite poner en duda los datos y las muestras que han elaborado las autoridades sanitarias, pues según él, “no dicen cómo lo realizan, los publican de tal manera que no siguen un ritmo científico, sino interesado, y, por los detalles que conozco, han recogido las muestras donde no hay ni hubo fuel”.
 
Sin embargo, y aun dando por ciertas las afirmaciones de Freire, tampoco parece que él mismo sea un modelo de objetividad científica en su estudio (pág. 12): “Se empieza a disponer de datos iniciales sobre la distribución y abundancia de HAPs en organismos marinos (datos no publicados correspondientes a muestras obtenidas por los autores entre Enero y Marzo de 2003). Estos resultados muestran niveles elevados de contaminantes en animales sésiles o sedentarios costeros (bivalvos, percebe, erizos de las áreas geográficas afectadas”. Es decir, Freire tampoco dice dónde obtuvo las muestras ni cómo las procesó. Ante esto, hay que señalar que María Neira, la presidente de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, afirma que la contaminación nunca entró en la cadena alimentaria y que, probablemente, esas muestras provienen de zonas muy contaminadas y cerradas a la pesca. En cuanto a Elvira Rodríguez, la ministra de Medio Ambiente, considera “de una intencionalidad sospechosa” la publicación del informe precisamente esta semana, mientras que el presidente del CSIC, Emilio Lora-Tamayo, califica el estudio de “alarmista”.
 
Por lo demás, hay que señalar que el autor del estudio ha publicado con ADEGA (Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza), una de las organizaciones más activas en torno al asunto del Prestige e íntimamente relacionada con la plataforma “Nunca mais” (y, además, subvencionada por la Xunta de Galicia), y ha colaborado con El Ecologista, la revista de Ecologistas en Acción, organización responsable del bulo del pez mutante en el Ebro.
 
Como señala Elvira Rodríguez, efectivamente, es “de una intencionalidad sospechosa” la publicación de un informe catastrofista justo el día del aniversario del Prestige. Una intencionalidad que tiene mucho que ver con el modus vivendi de algunos sectores del nacionalismo gallego, de la Universidad y de organizaciones ecologistas –todos ellos generosamente subvencionados por la Xunta de Galicia– que ven cómo su corriente de notoriedad y de ingresos se verá severamente reducida cuando el Prestige deje de ser un problema. Así, una vez que ha remitido la “catástrofe ecológica”, es preciso crear una “catástrofe ecologista”, cuyos principales damnificados serán precisamente aquellos a quienes los profesionales del bulo y del alarmismo dicen proteger.
 
Por ello, es lamentable que medios de comunicación como El Mundo, que tan señalados servicios ha prestado a las libertades democráticas, se preste a ser altavoz de injustificables alarmismos, cuyo único fin parece ser que la marea negra jamás abandone las costas gallegas. E igualmente incomprensible es que la Xunta de Galicia no ponga coto a estos abusos denunciando ante la Justicia a sus responsables y, sobre todo, suprimiendo el caudal de subvenciones a quienes trabajan denodadamente contra el progreso y el desarrollo de Galicia.

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