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Antonio José Chinchetru

Ginebra y Túnez, púlpito de las dictaduras

Con contadas excepciones, la postura de los gobiernos democráticos ante la represión de las libertades en Internet que llevan a cabo las dictaduras de todo el mundo es el más absoluto silencio. En ocasiones va más allá y se llega a una vergonzosa complicidad. El máximo ejemplo va a ser la próxima Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, organizada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
 
La presencia de personajes como Jatami o Castro, cuyo régimen prohíbe a los ciudadanos el acceso a la Red y condena a veinte años de cárcel a quien se las ingenia para conseguirlo, en la primera fase del encuentro junto a gobernantes democráticos como Aznar, Sampaio o Schroeder es un insulto a quienes defendemos una Internet libre. No queda otra posibilidad que desear el fracaso de la reunión que se celebrará en Ginebra este diciembre. El motivo es simple, solo podrá haber acuerdo si las democracias ceden ante las dictaduras.
 
Algo resulta todavía más sangrante que el hecho de poner en igualdad la voz de las dictaduras y las democracias –eso ocurre todo los días en la ONU, de la que forma parte la IUT– en un encuentro de este tipo. El país anfitrión de la segunda fase de la cumbre será Túnez. La elección de esta sede es el indigno premio a una dictadura que encarcela a aquellos que utilizan Internet para criticar al gobierno. El presidente de esta república norteafricana, Zine El Abidine Ben Ali, dice en un mensaje publicado en el sitio web del encuentro que "las modernas tecnologías de la información y la comunicación figuran hoy en día entre las herramientas esenciales para la promoción de un desarrollo justo, integral y sostenible". No había nada que objetar a este argumento si fuera dado por otra persona, pero sí cuando lo dice él.
 
Ben Alí oculta algo fundamental. Para evitar la brecha digital y conseguir que las nuevas tecnologías ayuden al desarrollo de los países menos desarrollados es necesario que los ciudadanos puedan acceder a ellas con libertad. No es suficiente con disponer de las infraestructuras, estas deben poder usarse sin riesgo de ir a la cárcel o sufrir otro tipo de castigo.
 
Con esta cumbre, la OIT entrega a los dictadores de todo tipo el mejor púlpito para reclamar, aunque sea mediante giros que intenten ocultarlo, el fin de la libertad para los internautas de todo el mundo. Las democracias, bien como asistentes bien como anfitriones (Suiza), corren un serio peligro de convertirse en sus cómplices.

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