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Porfirio Cristaldo Ayala

El arado obsoleto

Paraguay es un país agrícola y su principal cultivo es la soja, que representa más del 12% de toda la producción nacional. Pese a ello, el mayor avance tecnológico del siglo en la agricultura, la soja transgénica, está prohibida en el país. Por supuesto, nadie la cumple. Casi toda la soja es transgénica. Las leyes para ser respetadas deben ser respetables. Y el futuro del país está en los transgénicos.
 
Los movimientos de izquierda, los sin tierra, ecologistas y ONG se oponen a los cultivos transgénicos tanto como a la privatización y las reformas, rechazando la biotecnología, el uso de fertilizantes y herbicidas tanto como el libre comercio en el ALCA. El fin que persiguen es frenar el desarrollo agrícola empresarial, sin importarles los enormes beneficios que podría traer la ingeniería genética a un país muy pobre.
 
Pero es inútil. Los agricultores en todas partes utilizan cada vez más la nueva tecnología. La soja transgénica posee un gen que le permite resistir las aplicaciones de un poderoso herbicida que destruye las malezas, reduciendo costos y aumentando la producción. Argentina utiliza la soja transgénica desde hace años. Por lo mismo el presidente Lula permitió el cultivo de soja transgénica en Brasil.
 
No obstante, el gobierno del vecino Estado de Paraná (Brasil), que todavía prohíbe el cultivo y los adelantos de productos transgénicos decidió impedir el paso de la soja paraguaya por su territorio, olvidando el libre flujo de bienes en el Mercosur. Y el gobierno paraguayo, olvidando que también prohíbe los transgénicos, anunció que presentará una “protesta formal” al Brasil.
 
La prohibición de los transgénicos es la traba estatal más torpe y ruinosa. Los cultivos genéticamente modificados (GM) están revolucionando la agricultura en el mundo. La soja transgénica, al eliminar las malezas con la sola aplicación de herbicidas, sin el uso de arados, evita la erosión del suelo y el arrastre en raudales de químicos que contaminan los ríos, como ocurre en la agricultura tradicional.
 
Los cultivos GM permiten sembrar y cultivar con cero labranza, preservando la cubierta vegetal protectora del suelo y reduciendo a un mínimo la erosión de la lluvia y el viento. En EE UU, gran parte de la soja se cultiva ya con cero labranzas, gracias a los transgénicos. Después de 5.000 años, el arado se ha vuelto obsoleto.
 
La tecnología más beneficiosa para el medio ambiente son los transgénicos. Al aumentar la producción por hectárea, ha frenado la deforestación. En las mismas parcelas se consigue duplicar la producción. Además, el algodón transgénico permite reducir el uso de pesticidas a menos de la mitad.
 
Los más beneficiados con los transgénicos, sin embargo, no serán los países ricos, ni las multinacionales de la biotecnología o las empresas agrícolas, sino los agricultores pobres de la zona tropical que durante siglos lidiaron sin éxito contra dificultades climáticas tremendas. En el trópico, la alta temperatura y humedad originan el rápido desarrollo de malezas, hongos y parásitos que arruinan los cultivos. Las lluvias torrenciales erosionan el suelo y arrastran los nutrientes destruyendo la fertilidad y causando problemas carenciales a personas y animales. La elevada radiación solar seca los cultivos en pocos días sin lluvia. La pobreza vive en el trópico.
 
La gran esperanza de los países tropicales y pobres como Paraguay son los cultivos transgénicos de alta producción, tolerantes a la sal, al aluminio, los suelos ácidos, las malezas, las plagas, sequías, inundaciones e incluso capaces de producir nutrientes especiales, vitaminas y vacunas. ¿Pueden ser peligrosos para la salud? Pese a la propaganda ecologista de izquierda, los GM son inofensivos. Los norteamericanos consumen alimentos GM desde hace más de una década sin problema alguno.
 
Los países ricos de Europa y sus ONG, que no conocen hambre ni escasez, prohíben los transgénicos para proteger de la competencia a sus extraordinariamente ineficientes agricultores. Este daño es mayor quizás que las trabas a la importación de alimentos y el subsidio agrícola, en detrimento de los pobres del mundo. La izquierda criolla apoya estas injustas políticas que ya han causado hambrunas, por oponerse al capitalismo.
 
Pero a pesar de todos esos ecologistas ricos, grupos sociales radicalizados, la izquierda y los gobernantes retrógrados, la agricultura del futuro sustentada en la libertad e iniciativa privada seguirá avanzando y salvando a los pobres de la miseria.
 
Porfirio Cristaldo es corresponsal de © AIPE en Asunción y presidente del Foro Libertario.

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