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Ricardo Medina Macías

Lo que todos nos jugamos en Irak

Lo peor que les puede pasar hoy a los iraquíes es que los terroristas al servicio el déspota logren abortar el difícil y largo proceso hacia la liberación plena de ese país. Calificar de resistencia a los criminales terroristas que un día sí y otro también están matando a inocentes en Irak es una estupidez. Por desgracia, eso es lo que hacen una buena parte de las agencias de noticias internacionales y los medios de comunicación que quieren posar de progresistas.
 
De esta forma, al terror interno que promueve la dictadura derrotada en Irak se suma el terror externo, anímico, que buscaría desalentar a los países occidentales y obligarlos a una vergonzosa retirada, justo cuando está más cerca la liberación plena de ese país. Ni los enemigos más acérrimos del gobierno estadounidense, que han hecho del vituperio ramplón a George W. Bush todo un deporte, pueden negar que hoy día los iraquíes sean de veras libres, como nunca lo fueron bajo la sangrienta dictadura de Hussein.
 
Hoy hay plena libertad de expresión y de prensa en Irak, hoy salen a la luz los reclamos de que se haga justicia a las miles de víctimas de Hussein. Hoy, además, la economía iraquí empieza a florecer: Nunca tantos iraquíes habían tenido acceso a la energía eléctrica, al agua potable, a los servicios de salud, a las escuelas.
 
Ante la embestida de cobardes ataques terroristas, que multiplican la crueldad y el salvajismo en proporción inversa al número de seguidores de Hussein, el gobierno de Estados Unidos desea acelerar los tiempos y promover lo antes posible la soberanía plena de Irak. Ojalá acierten y no dejen la tarea de liberación inacabada. Los iraquíes no merecen sufrir otra vez la revancha sangrienta de Hussein, como sucedió tras la Guerra del Golfo en 1980.
 
Se insiste en que este es un asunto exclusivo de Estados Unidos y de sus afanes imperialistas o hegemónicos. Pamplinas. Es un asunto que atañe a todas las naciones libres y democráticas. Dejar a Irak a merced del terror sería imperdonable. Como imperdonable es, por cierto, la actitud entre desdeñosa y cómplice con el terror, que han adoptado no pocos políticos y medios de comunicación occidentales, de cara a las galerías.
 
El siglo pasado nos dejó una herencia ambivalente y trágica: fue el siglo en el que más discursos floridos se pronunciaron sobre la paz, pero también el siglo en el que el exterminio de seres humanos, por razones de cálculo político, ambiciones y fanatismo ideológico, rompió todas las marcas. No repitamos el error del siglo pasado. A la paz se le sirve con hechos y evitando cualquier complicidad con quienes le han declarado la guerra a la libertad y a los derechos elementales de los seres humanos. El derecho a disentir, el derecho a gozar, el derecho a saber, el derecho a prosperar, el derecho a creer, el derecho a equivocarse por cuenta propia.
 
Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.
 

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