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Germán Yanke

¡Viva Paco Vázquez!

Nada mejor para el PSOE y para la Federación de Municipios que tener como presidente de esta magna asociación al alcalde de La Coruña Francisco Vázquez. Si ahora está un poco confuso, habrá que disculparle: los apoyos que no esperaba tener nunca, los honores recibidos, la tensión de largas negociaciones e interminables votaciones, los nervios de asambleas como los de este fin de semana… Todo pasará enseguida.
 
A esa confusión se debe que el lunes, Francisco Vázquez dijera que no sabe si está en 2003 o en 1933. Al cansancio, sin duda, que se quejara de que el PP, presentando una moción contra el Plan Ibarretxe, “obligara a Ana Urchueguia (alcaldesa de Lasarte) a decir si o no” al citado proyecto. A la tensión que se nos presente ahora como el primer convencido de que la moción del PP era sobre “cuestiones ajenas al municipalismo”. A los nervios, que reproche al Gobierno la “postura de no escuchar” que “puede resucitar fantasmas peligrosos”. Todo pasará enseguida.
 
Vázquez sabe muy bien en qué año vive, precisamente en el que el Gobierno le impuso la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, acto en el que, muy emocionado, recordó que la unión necesaria de “todos los españoles de bien” es “la Constitución, que simboliza la larga historia compartida frente a quienes desde la constante deslealtad institucional o violencia criminal se empeñan en negar la historia e intentan cambiarla, lo que nunca conseguirán”. Que sea ajeno al municipalismo haber dicho algo parecido en la asamblea del pasado fin de semana es fruto del agotamiento. Porque Vázquez sabe que José Luis Rodríguez Zapatero le eligió para asegurar un pequeño triunfo del PSOE ya que o negociaba, vía Cataluña, el apoyo de algunos nacionalistas o si estos se ponían “desleales”, saldría el PP en su ayuda, como anunció previamente. Jugar con red cansa mucho y hay que comprender a Vázquez.
 
No debería haber mentado a la alcaldesa de Lasarte y menos menospreciarla, como si Urchueguia votara alguna vez obligada por alguien. Alfonso Alonso, el alcalde de Vitoria, podría haber añadido que nadie le iba a obligar a él a no votar contra el Plan Ibarretxe en la Federación de Municipios, es decir, que nadie le iba a obligar a hacer lo contrario de lo que Francisco Vázquez había hecho siempre en toda ocasión, sin pensar si el asunto era municipalista, gallego o universal. Y saldría en defensa de Vázquez al que los nacionalistas gallegos acusaban de utilizar las instituciones de esa comunidad autónoma para “irse por los cerros de Euskadi” y hacer todo el día, en el Ayuntamiento de La Coruña, “vazquizmo”. Pero Vázquez sabe, además, que, cuando la alcaldesa de Lasarte fue insultada y agredida, se echó en falta el apoyo del PSOE hasta el punto de que él mismo tuvo que ir a San Sebastián a un acto de homenaje a los concejales vascos, organizado especialmente en honor de Urchueguia por ¡Basta Ya!
 
Nadie habría dicho aquel día que el Gobierno no escucha ni que los fantasmas peligrosos para el nuevo presidente municipalista fueran los que aventa el PP. Ahora lo señala porque está tenso, entre nervioso y emocionado, pero ha repetido hasta la saciedad que hay paralelismos peligrosos entre todos los nacionalismos. Al “peligro de los nacionalismos separatistas” se refirió en febrero (de 2003, no de 1933) en Cáceres, lugar en el que añadió que Rodríguez Ibarra y él son prácticamente los únicos políticos que son capaces de “levitar por encima de su partido”, lo que él hace, al parecer, incluso mejor que el presidente extremeño “porque soy más de Santa Teresa”. En eso es en lo que hay que fijarse ahora, y no en las diatribas circunstanciales contra el partido gubernamental que tanto ha alabado (desde Fraga a Cuiña pasando por Aznar y Mayor Oreja), en lo de levitar. Porque ahora, sin duda, será el presidente de todos los munícipes, incluso de los que en su partido se enfadaron con Zapatero cuando le propuso para este cargo, y los del Partido Socialista de Galicia que le espetaban aquello de “son cosas de este señor”, etc. De todos y con las ideas muy claras porque, además de lo de Santa Teresa, el 13 de mayo de 2001 pidió a la Virgen del Rosario que PP y PSOE obtuvieran en el País Vasco los votos suficientes para gobernar juntos y desplazar a los nacionalistas del Gobierno autonómico.
 
Un momento, un momento. No hay que exagerar. Hay asuntos en los que, es verdad, el Gobierno no escucha. Porque Francisco Vázquez propuso el pasado mes de mayo que el Gobierno suspendiera la autonomía vasca como Blair lo había hecho en Irlanda del Norte cuatro veces. Y sugirió que, si la mayoría nacionalista seguía negándose a disolver el “grupo criminal de Batasuna”, se disolviera el Parlamento Vasco. Y, si hacía falta, que fueran a la cárcel los responsables de ese “golpe de Estado institucional”. Es lógico que se queje ahora de que el Gobierno no escucha… pero se le pasará enseguida. Así que calma a todos y ¡viva Paco Vázquez, el coherente municipalista!
 
 

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