Extraigo dos conclusiones fundamentales de lo acontecido hasta ahora en el Rod Laver Arena de Melbourne. La primera es que los australianos nos perdieron la pista entre el "himno de la victoria" y "los defensores de la patria", allá por el siglo XIX. La segunda es que me resulta imposible creer que no hayan encontrado en toda Australia -¡con lo grande que es!- un trompetista en mejores condiciones que James Morrison. Estaba especialmente nervioso y emocionado, torpe en su interpretación del himno de Riego. Y puede, sólo puede, que como asegura Juan Antonio Gómez Angulo esto vaya más allá de un simple error de protocolo... ¿Quién le pasó a Morrison el compact disc "equivocado"? ¿Será acaso el músico un nostálgico de la República española?
El complot puede ir mucho más allá... ¿Por qué ningún tenista español -salvo Alex Corretja- se inmutó siquiera al oír un himno que no era el suyo? ¿Les habría dado igual si Morrison hubiera interpretado "Paquito el chocolatero"? ¿Y por qué Jordi Arrese aprovechó la desafortunada interpretación de Morrison para hurgarse las narices? ¿Qué quería decir todo aquello? Menos mal que allí estaba nuestro Gómez Angulo para restaurar el orden musical vigente y poner al himno de Riego en su sitio, que es el 7 de abril de 1822, aunque Pío Baroja llegó a la conclusión de que aquello no llegaría jamás a buen puerto: "es callejero y saltarín; la República fue sesuda y jurídica". ¿Hasta dónde alcanzan exactamente los tentáculos de la "conexión Morrison"?