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Manuel Ayau

¿Libre comercio?

Lo malo de los acuerdos de libre comercio que actualmente se discuten es que no se circunscriben al libre comercio y es evidente que son pocos los que reparan en los alcances a que aspiran sus promotores. Obviamente serán manipulados por los grupos de interés que los están forjando. Se hace caso omiso de que no son propiamente los países quienes que comercian sino las personas. Pasan por alto que es la libertad de las personas de intercambiar su propiedad la que está en juego.
           
Además, la discusión de estos acuerdos modifica el proceso legislativo democrático por medio de congresos integrados por representantes electos. Es cierto que los tratados serán aprobados por los congresos, pero como paquete, sin la participación deliberativa de sus miembros, con la advertencia de que si no se aprueban en su totalidad, no disfrutarán de libre comercio.
           
Los acuerdos son supeditados a la adopción de normas ajenas al comercio, como es la legislación laboral, la ecológica y otras que deberían ser normas internas, netamente soberanas, que escaparán a las manos de los congresos y que son producto de los cabilderos ("lobbies"), de los grupos de presión criollos o de Estados Unidos. 
           
Sus proponentes aducen que estas medidas son necesarias para que prevalezcan reglas justas y generales. Pero, curiosamente, dentro de los mismos EEUU esas normas no son generales, pues hay gran diversidad de legislación entre los estados y, sin embargo, todos comercian libremente entre sí. Por ejemplo, hay estados con libertad de no ser miembro de ningún sindicato y otros con sindicalización obligatoria en ciertos sectores. Unos sin impuesto sobre la renta y otros con. Los hay con impuestos de herencia y los que no lo tienen. En fin, la mayoría de la legislación económica en EEUU es estatal y no federal y, sin embargo, hay libre comercio entre los diferentes estados. Es cierto que hay salario mínimo a nivel federal, pero no olvidemos que su origen también fue la presión de los sindicatos del norte para que sus industrias no fueran atraídas por los estados del sur, donde regían salarios menores. En este caso no se usó un tratado sino la legislación federal para sobreponerla a la legislación de los estados y 500.000 trabajadores del sur se quedaron sin empleo.  Esto está bien explicado en el recién publicado libro FDR's Folly de Jim Powell.  La insistencia de incluir la "propiedad intelectual" en los tratados es por presión de Microsoft. Y, así, se están promoviendo tratados para lograr propósitos distintos al comercio, por presiones de grupos de interés.
           
Aprovechando el entusiasmo por el libre comercio, la oportunidad de "meter gato por liebre" es ideal. Para tener libre comercio, como entre los 50 estados norteamericanos, no se requiere más que prohibir la implantación de impuestos a la importación. La Constitución de EEUU dice: "Ningún impuesto o tasa será impuesto a bienes importados de otros estados". Igualmente podría decir un tratado "ningún impuesto o tasa será impuesta a mercadería importada de los países contratantes".
           
Y el argumento sobre el supuesto peligro de triangulación solamente preocupa a quienes no son sinceros en su apoyo al libre comercio, pues a las personas que intercambian no les interesa el origen del producto sino su calidad y precio. Por ejemplo, el Volvo 780 es supuestamente un auto sueco, pero la empresa fue adquirida por Ford de EEUU, tiene un motor hecho en Francia, transmisión japonesa, aire condicionado de EEUU, electrónica alemana, válvulas de control de Singapur, ejes suecos, llantas de Irlanda, escape del Canadá, antena automática de Taiwán, componentes eléctricos de Corea Sur, diseño y ensamble italiano.  
           
Los tratados que actualmente se discuten tienen doble intención. No son de libre comercio: son de comercio manipulado por grupos de presión.
 
© AIPE
 
Manuel F. Ayau Cordón es ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.
 

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