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Es una buena señal que el flamante presidente de la Cámara catalana, Ernest Benach, le haya puesto la etiqueta de utopía a su proyecto. Ya sabemos ahora que los fines de ERC no están, literalmente, en ningún sitio, y que, en concreto, no están en el calendario. Ni para el 2007, como aseguró Carod, ni para nunca. Tranquilos quedamos.
 
Curiosa señal es la que envía el PP al hacer vicepresidente primero del Parlament al socialista Clotas. Piqué prefiere PSC a CiU, lo que confirma la ruptura absoluta de Génova con los nacionalistas desde la negativa convergente a aprobar los Presupuestos, una irresponsabilidad y una traición a quienes siempre cumplieron a rajatabla su pacto de gobernabilidad en Barcelona.
 
Otras señales sutiles exigen interpretación. A principios de semana dijo Carod que el PP no podía quedar fuera de la Mesa del Parlament y ayer sostuvo que Cataluña era más que la suma de los nacionalistas: “también es, por ejemplo, el PP”. ¿Qué le está pasando al líder de los independentistas? Según alguien muy próximo a él, cuyo nombre no revelaré, está empezando a ajustarse a las necesidades de su próximo socio de gobierno, Pasqual Maragall: el PSOE no puede permitirse bajo ningún concepto aparecer ligado (¡en plena precampaña!) a la exclusión de los populares de la vida política en Cataluña.
 
Según esta fuente, CiU nunca ha tenido ninguna posibilidad. ERC y PSC se entienden desde hace años a la perfección; Carod no olvida que los socialistas fueron los primeros en cederles verdaderas áreas de poder en un Ayuntamiento tan importante en presupuesto y en notoriedad como el de Barcelona. Y lo hicieron cuando no necesitaban sus votos, siguiendo probablemente una estrategia a largo plazo que perseguía lo que la próxima semana será un hecho: el desalojo de CiU tras décadas de frustración socialista.
 
La noche del 16 N Carod se llevó un susto morrocotudo al saber que había obtenido dos diputados más de lo que preveían las prospecciones más favorables. Esto, unido a la caída de escaños del PSC, ha obligado a un simulacro de negociación paralela con la coalición que había ganado las elecciones.
 
Ya se ha cifrado el número de cargos de confianza de CiU que saltarán: ¡siete mil! No puedo evitar imaginarme a esos nacionalistas destetados con el aspecto del malo de Matrix, el que se replica sin cesar: una tropa clónica vagando desorientada por las calles.
 
Mientras tanto Durán manda sus señales inútiles a esa parte de la ciudadanía que se cree ganadora y a la que aguarda una enorme frustración: todo va maravillosamente, les dice, y el acuerdo está prácticamente alcanzado. Puros ejercicios de autosugestión de un hombre en la cuerda floja: Carod promete auditorías de infarto, y no hay nada que apeste más en Cataluña que la Conselleria de Treball, siempre en manos de UDC, y de donde ha trincado hasta el apuntador. ¡Lo que le espera a Durán si Carod es de los que cumplen sus promesas!
 

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