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EDITORIAL

Maragall en la "utopía" de los independentistas

Cuando el PSC pactó con ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, no faltaron voces que aseguraban que con esa implicación en las instituciones y en las responsabilidades del gobierno municipal, los socialistas lograrían moderar a los independentistas y hacerles asumir unas dosis de realismo que les llevaría a abandonar los maximalismos de su nacionalismo secesionista. La verdad es que, lejos de este cándido pronóstico, lo que ha ocurrido en estos años es que las huestes de Carod Rovira no sólo han mantenido vivos sus objetivos máximos —que ahora creen más próximos— sino que han sido los socialistas los que han proseguido en su deriva nacionalista hasta el punto de ser Maragall quien ha planteado una reforma del Estatuto catalán que otorga el carácter de nación a Cataluña y entra abiertamente en colisión con la Constitución Española.
 
Bien es verdad que en esa deriva nacionalista del PSC contribuyó durante un tiempo el amordazamiento de la critica a los nacionalistas del PP tras la decapitación política de Vidal-Quadras, que permitió a los socialistas presentarse como única alternativa a la hegemonía de CiU. El PP ha empezado tímidamente a recuperar ese discurso que jamás debió perder y a recuperar también parte de aquellos votantes que decidieron, tras la defenestración de Vidal-Quadras, abstenerse o votar a Maragall como mal menor.
 
En cualquier caso, nada ha evitado esa deriva en el PSC, y hoy hemos presenciado cómo el diputado independentista, Ernest Bernach, era proclamado presidente del Parlamento Catalán gracias al apoyo tanto de CiU como del PSC. El discurso de investidura de Benach ha sido una nueva muestra del escaso sentido de “moderación” que muestra Esquerra Republicana cuando toca poder institucional, aunque sea en un puesto tan ajeno en las formas al sectarismo como debía ser la presidencia de un parlamento. El diputado independentista ha invitado a la Cámara Catalana a “iniciar un camino sin retorno hacia una nación plena” y empezar “a escribir el guión de la utopía”. Para concluir su encendido discurso lanzó un reivindicativo “Visca Catalunya lliure”, como si no lo fuera desde hace tanto tiempo como lo es el resto de España.
 
No hay que olvidar, a este respecto, que la felicitación de la que más orgulloso se mostró Carod Rovira al conocerse que su partido tendría la llave del Gobierno en Cataluña, fue la que recibió del lehendakari Ibarretxe, de cuyo plan secesionista se ha mostrado siempre un ardoroso partidario. Aunque el líder de ERC se mostró favorable a incluir en la Mesa del Parlamento al PP, concediendo que los populares “también representan a Cataluña”, lo cierto es que este gesto sólo trata de camuflar el carácter excluyente de ese “guión utópico” que pretende escribir con la ayuda de Mas, de Maragall o de ambos. También los nacionalistas vascos tienen la desfachatez de invitar a los constitucionalistas a un consenso en torno a un plan que excluye a los no nacionalistas.
 
Carod Rovira dejó muy claro en la campaña que “Maragall debería elegir entre Cataluña o el PSOE de Madrid”. Lo cierto es que el dirigente socialista catalán ha dejado patente desde el primer momento su indiferencia ante los efectos que pueda tener en su partido, el PSOE, su descarada voluntad de llegar a un acuerdo con los independentistas. Zapatero no sólo no ha ejercido presión alguna sobre el candidato catalán, sino que suicidamente ha supeditado todo el partido a ese entendimiento con ERC, como ilustra clamorosamente el bochornoso episodio vivido en la FEMP, donde los socialistas —incluido Vázquez— rechazaron condenar el plan Ibarretxe por no desairar a los deseados socios de Maragall.
 
Mientras tanto, los mandos del PSOE —es decir, Prisa— ya se ha puesto manos a la obra para convencernos de que la mayoría de los españoles nos mostramos en los sondeos partidarios de modificar la Constitución... No sabemos si el “guión” con el que quieren reformarla será tan “utópico” como el que pretende escribir el nuevo presidente del parlamento catalán. Pero seguro que no será el más adecuado para conmemorar el 25 aniversario de nuestra Carta Magna.
 

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