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Walter Williams

La demagogia de “salvar empleos”

En 1970, el sector telecomunicaciones de Estados Unidos empleaba a 421.000 operadores telefónicos. Ese año los norteamericanos hicieron 9.800 millones de llamadas de larga distancia. Hoy, el sector emplea a apenas 78.000 operadores, lo cual significa una caída del empleo de 80%.
           
¿Qué ha debido hacer el gobierno para proteger a todos esos puestos de trabajo? Ha podido copiar a la India. En 1924, Mahatma Gandhi denunció las máquinas, diciendo que “ayudan a unos pocos a montarse en las espaldas de muchos” y que “las máquinas no deben atrofiar los brazos y piernas de los hombres”. De esa manera, los obreros textiles de la India lograron bloquear la introducción de maquinaria moderna y el resultado fue que la productividad de la industria textil de la India en 1970 equivalía a la de EEUU en los años 20.
 
Michael Cox y Richard Alms cuentan la historia de las telecomunicaciones en su reciente artículo en el New York Times. Los avances tecnológicos espectaculares hicieron posible la reducción de la mano de obra en las telecomunicaciones, por lo cual hoy con una quinta parte del personal se hacen 10 veces más llamadas de larga distancia que en 1970.
           
El beneficiario olvidado en la demagogia de “salvar puestos de trabajo” es el consumidor. Desde 1984, el precio de las llamadas de larga distancia ha caído un 60% y utilizar la tecnología de 1970 para hacer posible el número de llamadas de hoy en día requeriría a 4.200.000 operadores, o sea al 3% de la fuerza laboral, con lo que el costo de las llamadas sería 40 veces mayor que el actual.
 
Al introducir maneras más baratas en la producción de bienes y servicios se libera mano de obra para producir otras cosas. Sin mejoras en la productividad, no se encontrarían los trabajadores para hacer todas esas cosas que no existían en 1970.
           
Me imagino que los actuales enemigos del libre comercio internacional no se hubieran opuesto a que el gobierno “protegiera” los puestos de trabajo en las telecomunicaciones. No hay mucha diferencia entre el uso de nuevas tecnologías para reducir costos de producción y el uso de mano de obra más barata. En ambos casos, el trabajador que pierde su puesto por innovaciones tecnológicas o por la utilización de mano de obra extranjera más barata se enfrenta las mismas dificultades. La diferencia política es que resulta mucho más fácil fomentar el resentimiento contra China o México que contra la tecnología.
           
Los políticos intervencionistas de todos los partidos apuntan a las pérdidas de empleos cuando exigen que se restrinjan las importaciones, sin tomar en cuenta que al bajar los costos la gente puede gastar ese dinero en otras cosas y esa nueva demanda crea empleos mejores pagados en otros sectores de la economía.
           
Ocurre constantemente que algunas empresas despiden personal mientras que otras buscan nuevos empleados. Se trata de un proceso continuo de adaptación a tecnologías cambiantes y a las condiciones económicas. Las sociedades que permiten que eso ocurra se enriquecen en el proceso. Aquellas que aparentan proteger los puestos de trabajo se empobrecen. Esto explica por qué Estados Unidos es más rico que otros países con menor flexibilidad laboral.
           
Aquellos que insisten en la imposición de restricciones gubernamentales están impidiendo que los consumidores se beneficien de productos y servicios más baratos, con lo que tratan de perjudicarnos a todos económicamente para favorecer intereses especiales. Claro que jamás lo plantean así, sino como un asunto urgente de “seguridad nacional”, de “nivelar el campo de juego” y de “proteger empleos”. No lo crea, simplemente están tratando de meter la mano en su bolsillo. 
 
© AIPE
 
Walter Williams es profesor de economía de la Universidad George Mason y presidente de la directiva de la Fundación Francisco Marroquín.
 

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