Menú
Víctor Gago

El mal de altura

Demasiados poetas cantando la fortuna de las Afortunadas. De Homero al trío dinámico de Juan Cruz, Fernando Delgado y José Saramago, el vergel no ha dejado de crecer y sus frutos, de multiplicarse. Nativos y viajeros siguen gozando del alegre sitio como lo hiciera Dácil, la hermosa princesa aborigen del poema de Antonio de Viana (1578-1650), “sentada encima de la peña misma / en lo más alto de ella, entre las flores / mirándose en las aguas de la fuente”.  Sentados, lejanos, risueños y contemplativos, gente feliz en su estado de naturaleza, buenos salvajes: así han visto a los isleños Virgilio, Diodoro de Sicilia, Pomponio Mela, Humboldt, Unamuno o Breton. Y bajo ese prisma mitológico siguen siendo tratados por las políticas públicas nacionalistas y nacionales, y descritos por la mentalidad dominante, que ve en Canarias un santuario para la individualidad dócil, donde cada persona vive dichosa en su atraso subsidiado y sus políticos la preservan del contacto con las peligrosas fuerzas del progreso.
 
Sobran églogas y faltan crónicas sobre la verdadera fortuna de vivir en este Archipiélago. Una de éstas podría transportarnos ahora mismo a lo más alto del peñasco donde Dácil “gozaba del alegre sitio”. Veamos:
 
Vilaflor de Chasna está situado a 1.400 metros, lo que convierte a este caserío de la falda del Teide en el municipio de mayor altitud de España. La mayoría de sus 2.000 habitantes está ocupada en el cuidado de viñedos y demás frutales que deben su fama a la calidad de los manantiales que las nieves de la cima del volcán proveen durante todo el año y que son, además, la base de una incipiente industria embotelladora de agua.
 
El 23 de noviembre de 2002, unas cien mil personas movilizadas por el alcalde José Luis Fumero (PSOE),  con la indispensable ayuda de las muy subvencionadas y poderosas organizaciones ecologistas, consiguieron en Santa Cruz de Tenerife que el Gobierno nacionalista revocase una autorización a Endesa para tender 34 kilómetros de alta tensión que atravesarían parcialmente el parque forestal de Vilaflor en dirección a las ciudades del sur de la isla, acuciadas por la explosión de la demanda durante los últimos diez años de turismo de masas.
 
El suministro a los núcleos de hoteles, apartamentos y restaurantes está en el límite de la capacidad de la compañía eléctrica. La zona ha sufrido dos apagones de varias horas, en los últimos catorce meses. Endesa había previsto esta situación en su programa de inversiones, como lo prueba el hecho de que persigue sin éxito, desde 1989 y de ventanilla en ventanilla, una autorización administrativa para realizar el tendido. Tres meses antes de la manifestación, el Gobierno presidido por el nacionalista de izquierda Román Rodríguez (hoy candidato al Congreso) decretó la “imperiosa necesidad de construir dicha instalación, en el menor tiempo posible”, llegando incluso a invocar la Ley de Expropiación Forzosa para autorizar la “ocupación inmediata” del suelo.
 
El relativo éxito de la movilización callejera cogió por sorpresa al Gobierno y agitó la convivencia, siempre forzada, siempre atada por intereses de poder o de negocio, entre los partidos y clanes que conforman CC (Coalición Canaria). La facción localista de Tenerife, presa del pánico, impuso el rápido acomodo a la corriente de opinión emergente.
 
Pocos días después, el Gobierno se convirtió en un manifestante más. De entrada, revocó la autorización para desplegar el tendido eléctrico, según un proyecto del que, meses antes, al justificarlo, había dicho que no tiene alternativa. A continuación, culpó al PP y al Gobierno central del bloqueo del sistema eléctrico insular, estancamiento que los propios nacionalistas han propiciado mediante una guerra de competencias ante el Tribunal Constitucional. Finalmente, acusó a Endesa de comportarse como un  “monopolio colonialista” y le impuso nuevas y desorbitadas condiciones al proyecto, entre otras, el soterramiento del tendido, cargando sobre la operadora su disparatado coste en un marco de tarifas intervenidas.
 
Un año después, residentes y turistas del sur de Tenerife siguen estando a merced del próximo apagón. El sistema se dirige al colapso, además, en Fuerteventura y Gran Canaria. Endesa ha optado por desprenderse de sus activos de transporte en Canarias, traspasándolos a Red Eléctrica Española. En cuanto al impacto electoral de la presión callejera, si tuvo alguno, fue premiar a los políticos nacionalistas por su irresponsable y cínico populismo. CC ha vuelto a ser la fuerza más votada en Tenerife, con más diferencia que nunca sobre el resto de partidos.
 
Este florido villorio de montaña puede simbolizar el pequeño teatro social donde hoy se representan todos los registros del drama real (drama histórico, no escena pastoril) de una región española: el intervencionismo; la cínica arbitrariedad de sus gobernantes; la inseguridad jurídica; el aislamiento institucionalizado; el fomento de la dependencia y la irresponsabilidad; el hundimiento de la productividad, la innovación y la instrucción pública; la rampante mitología de la desconfianza por el forastero, la aversión a la libertad individual y la satisfacción por el atraso rústico, plasmada en todo un programa político que hoy manda a sus anchas.
 
Si Leonardo Torriani, el ingeniero, el hombre de ciencia enviado por los Reyes Católicos para fortificar las ciudades isleñas recién ingresadas en el reino de Castilla, incluyó un mapa de San Borondón en su empirista “Descripción de las Islas Canarias”, ¿por qué ha de extrañar, entonces, que en los noticiarios de la Televisión Autonómica, abastecida por los saldos de la factoría de fantasías animadas del grupo Prisa, se incluya la cacofonía de una espectral sociedad civil vigorosa y risueña, pregonando en la calle: “Ni un metro más al desarrollo voraz”?
 

En España

    0
    comentarios