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Diana Molineaux

La madre de todas las capturas

Con la detención de Sadam Husein, el presidente Bush casi puede ya empezar a preparar su discurso de investidura para después de las próximas elecciones presidenciales. Su estatura ha ganado tanto que tan sólo una gran catástrofe totalmente inesperada parece ya capaz de impedir su reelección.
           
La captura de Sadam ha dado también a Bush un espaldarazo para su política en Irak y hace mucho más fácil la misión del ex secretario de Estado, James Baker, quien se lanza a la misión de buscar ayuda para la economía iraquí con viento de cola, en vez de la avalancha de críticas que cayeron la semana pasada a causa de la exclusión del proceso de subastas del Pentágono de los países que no ayudaron a Estados Unidos. Los norteamericanos pudieron ver en prácticamente todas las televisiones la rueda de prensa que sus representantes en Irak dieron para confirmar la detención que a Bush ya le habían asegurado dos horas antes. Durante todo el día les repitieron las imágenes de video en que a Sadam le miraban la boca y el pelo como si alguien estuviera mirando si tenía piojos.
           
Aunque la dentadura es una buena forma de identificación y el examen concluyó que Sadam goza de buena salud, lo que a los soldados norteamericanos les preocupaba no era tanto el buen estado físico de su detenido, sino la posibilidad de que llevara algo en su cuerpo que podría utilizar como explosivo, para matar o para suicidarse. Fuentes de los servicios secretos comentaban en las horas siguientes a la captura que el “registro” de Sadam fue muy extenso: en el pelo, igual que en las muelas buscaban cápsulas de veneno, que podría haber escondido en otros orificios del cuerpo, para lo cual le hicieron un reconocimiento profundo. También tuvo que desnudarse y los médicos pudieron comprobar que tenía en la pierna la cicatriz de una operación realizada en Cuba a finales de la década de los 70, por el Dr. Rodrigo Álvarez Cambra.
           
En realidad, las pruebas del ADN no eran ya tan necesarias y la Casa Blanca pudo confirmar “lo tenemos”, como dijo el administrador norteamericano, Paul Bremer, en su rueda de prensa, antes de recibir los resultados del laboratorio. A diferencia de los dos hijos de Sadam, descubiertos por un soplo a los soldados norteamericanos, en el caso del padre el contribuyente se ahorrará los 25 millones de dólares ofrecidos en recompensa.  Quienes denunciaron a los dos hijos se llevaron 30 millones de dólares, pero ahora fueron los servicios secretos quienes dieron con su paradero tras un esfuerzo paciente que comparaban con el pelar de una cebolla.  Eso les llevó a quienes sabían dónde estaba Sadam y que no dieron la información ni espontánea ni voluntariamente sino fruto de una “coacción”, algo que posiblemente será utilizado para encontrar algún defecto en el éxito de la captura.
           
Es bien seguro que la carrera por hallar defectos ha empezado ya, porque las posibilidades electorales de Bush han de salir necesariamente reforzadas.  Especialmente porque el peor parado es Howard Dean, que lidera el pelotón de aspirantes presidenciales demócratas y que había hecho de la guerra del Irak y del escurridizo Hussein su caballo de batalla. Dean no tuvo más remedio que celebrar la detención, aunque intentó poner las medallas a los soldados y no al presidente. Los primeros dardos los recibió de su rival demócrata Joe Lieberman, el único candidato totalmente a favor de la guerra, que recordó que si Dean hubiera impuesto su visión, Sadam Husein estaría en el gobierno y no en la cárcel
           
Bush, que no tenía nada que ganar apareciendo en un domingo a las 6 de la mañana por televisión, dejó el placer de dar la noticia a sus representantes en Irak y al primer ministro británico que estuvo a su lado a duras y a maduras y que podía usar un momento como éste para recuperarse ante sus electores. Cuando finalmente habló desde la Casa Blanca, Bush advirtió a los norteamericanos de que la violencia probablemente seguirá en Irak pues, como dijo el general Sánchez, jefe de las fuerzas en la zona, los enemigos del cambio no han desaparecido. Pero la realidad podría serle más favorable: Aunque es evidente que los ataques no estaban controlados exclusivamente por Sadam Husein, es probable que la captura sea un símbolo poderoso de la capacidad norteamericana, que sirva para desanimar a sus adversarios e influya entre las masas que prefieran estar junto al fuerte y el vencedor.

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