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Alberto Míguez

Y ahora, Haití

Dentro de unos días se celebrará el bicentenario de la fundación de Haití como República independiente. Lo que hubiera podido ser una ceremonia de exaltación y devoción por lo que algunos consideraron en su tiempo un milagro, lleva trazas de convertirse en un funeral de primera oficiado por Fidel Castro y Tambo Mbeki, el presidente sudafricano, los únicos dignatarios que han anunciado por ahora su participación.
 
Haití y su polémico presidente el exclérigo Jean Bertrand Aristide, viven momentos difíciles. Desde septiembre han muerto más de veinte personas en manifestaciones populares contra Aristide cuya megalomanía, incompetencia y corrupción emulan ya a “Papá” y “Baby”, Doc, los dos legendarios tiranos de este mísero país, el más pobre de Iberoamérica.
 
Aristide, “el profeta de las chabolas”, está emulando a la familia Doc en todos los terrenos. Ha sustituido a los “tonton macoutes”, la temible policía política formada por delincuentes suburbiales, por otra banda de criminales denominada los "“quimeras” cuyo objetivo son los periodistas, profesores, empresarios, estudiantes, políticos e intelectuales que se oponen al régimen.
 
Los medios de comunicación independientes prácticamente han desaparecido, varias Universidades han cerrado sus puertas y sus rectores fueron agredidos por las bandas irregulares; los amigos y seguidores de Aristide se han enriquecido mediante negocios sucios relacionados con el blanqueo del dinero procedente de la droga. Y la miseria sigue creciendo en un país azotado por todas las plagas y enfermedades, el sida en primer término.
 
Una coalición de empresarios, sindicalistas, clérigos, profesores y estudiantes ha iniciado desde el mes de agosto protestas contra la dictadura de “Lavalas” (el partido semi-único de Aristide) y las libertades cercenadas. Las manifestaciones han llegado a Puerto Príncipe, la capital, y todo indica que la represión promovida por el furioso exclérigo lejos de amainar a los descontentos está creando nuevos focos de rebelión.
 
Como era de esperar, Aristide culpa de la agitación actual a Estados Unidos, país que por cierto lo repuso en el sillón presidencial tras varios años de régimen militar. En su locura autocrática, el exclérigo salesiano ha llegado a exigir de Francia que pague una deuda contraída hace ¡dos siglos! y que data precisamente de la independencia.
 
El presidente galo, Jacques Chirac, ha enviado como amigable componedor para recuperar las relaciones con la excolonia nada menos que a Regis Debray. Dada la calidad y la historia del personaje es más que probable la ruptura de relaciones.

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