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José María Marco

Prestige, Irak... España

Allí donde Maragall amenaza con un golpe de Estado, que es lo que acaba de hacer desde la tribuna del Parlamento catalán, los medios y la clase intelectual y pensante del resto de España entienden que Maragall acaba de hacer una aportación constructiva a la democracia y a la libertad en España. Evidentemente, la responsabilidad de que se desencadene el “drama” con el que nos ha amenazado Maragall no corresponde a quien profiere la amenaza, sino al Gobierno español, al partido que ganó las últimas elecciones y, subsidiariamente, a los españoles que lo apoyaron. Estos españoles ya pueden considerarse, como en el País Vasco, en la punta de mira de los matones de Maragall y sus compañeros de viaje.
 
Encajada la amenaza golpista en el largo plazo, estamos en la misma historia de siempre: la izquierda española carece de conciencia de lo que es la nación española y está dispuesta a destruirla con tal de llegar al poder. Lo que siempre ha conseguido con eso es anular sus posibilidades de alcanzar el poder durante muchos años. Ocurrió en la Primera República, en la Segunda, y la amenaza golpista de Maragall lleva a pensar en lo inconcebible: que vuelva a ocurrir lo mismo ahora.
 
En un plazo medio, se constata una constante histórica del PSOE. Incapaz de articular un programa nacional atractivo, por su incapacidad para renunciar a su radicalismo obrerista inicial, el PSOE opta por objetivos políticos de corto alcance. Estos objetivos le llevan a intentar desgastar al adversario por cualquier medio, en particular su deslegitimación como partido democrático, y a aliarse con las oligarquías locales que hacen del dinamitaje de la nación, de la prosperidad general y del Estado democrático y liberal la condición de su ascenso social.
 
En un plazo más corto, estamos ante la reedición de lo que vimos esbozado durante la crisis del Prestige, ensayado (con todo, como se dice en teatro) durante la Guerra de Irak y ahora puesto en escena a lo grande: todos contra el Partido Popular, aunque eso equivalga a hacer volar por los aires la democracia española. Y cuando se dice todos es de verdad “todos”: partidos, organizaciones, ONGs, medios de comunicación, sindicatos, etc.
 
Hasta ahora, el resultado de esta estrategia no ha sido bueno para sus promotores. Los actuales dirigentes del PSOE lo saben. Quizás por eso crean que no tienen nada que perder.

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