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Carlos Semprún Maura

Es poco frecuente

Tengo que destacar un artículo que este martes publicó Le Monde. No se trata de una de sus abundantes “tribunas libres”, escritas por pesados catedráticos o filósofos de provincias, sino por Arnaud Leparmentier, miembro de la redacción y perito en lunas europeas. Es la primera vez, desde hace algo así como siglo y medio, que leo en ese vespertino un artículo con el que estoy de acuerdo. El título lo anuncia todo: “Aislada, la pareja francoalemana ha sido derrotada, por segunda vez en menos de un año”. Se refiere al fracaso de la última cumbre de Bruselas sobre la Constitución, pero también a la crisis irakí. Lo interesante es precisamente que esta noción de derrota va a contracorriente de las ínfulas imperiales de las autoridades francesas y de su presidente, así como de la propia línea editorial del periódico, pues en el mismo número otro artículo denuncia los “egoísmos nacionales”. 

No sé, pero es lo de menos, si tiene razón Leparmantier al achacar, en parte al menos, estas derrotas al hecho de que Schröder y Chirac no son fiables, porque fueron contrarios a la construcción europea hasta ayer por la tarde. Recuerda Leparmentier que Schröder, en 1997, cuando era ministro del land de Baja-Sajonia, antes de ser Canciller, se opuso frenéticamente al euro. En cuanto a Chirac, todo el mundo sabe, y no sólo en Francia, que, al creerse heredero político del general de Gaulle, el más euroescéptico de todos, también lo fue él, hasta hace muy poco.

En realidad, ninguno de los dos se ha convertido en europeo, han pensado ambos que unidos, formando el “eje del mal”, podrían dominar y dirigir Europa, creando así un nuevo imperio, pero un imperio new look, sin emperador. Tan convencido estaban de ello, y peor aún, de que ya era una realidad, que Chirac, sin consultar con nadie, declaró que Europa se oponía a los USA y defendía la paz, o sea, a Sadam. Y cuando el Reino Unido, España, Italia (a medias) y otros países, como los ayer sometidos al yugo soviético, declararon lo contrario, o sea, su solidaridad con la democracia norteamericana, Chirac les insultó, pero eran la mayoría y el “eje” fue derrotado. Lo mismo ocurre con el proyecto de Constitución.
 
Pese al rompecabezas de las instituciones previstas, está claro –bueno, relativamente, porque todo es muy confuso– que Francia y Alemania, podrían dominar y dirigir Europa, y eso la mayoría de los países europeos no lo acepta. En los medios oficiales y en su prensa se acusa a España y Polonia de ser responsables del fracaso por “egoísmo nacional”. Claro que España y Polonia dieron la cara –¡a mucha honra!– contra ese proyecto de una Europa dominada por París y Berlin, pero no fueron los únicos. Si el Reino Unido no tiene los mismos problemas que nosotros, en cuanto a representación en los complicadísimos órganos de poder previstos, tiene otras reservas y críticas (siendo lo esencial que no acepta la idea de una Europa-potencia anti USA, prefiere una Europa solidaria, aliada a los USA). Lo mismo ocurre, con diversos matices, con los “pequeños países” y los países de Europa del Este. O sea, una mayoría y otra derrota para el “eje del mal”. No importa, proclama Chirac, es una cuestión de diferencias de cultura, los países cultos, o sea, los “grandes”, seguiremos avanzando a nuestro ritmo y por cuenta propia. Los demás, que se jodan. No es el paraíso lo que está en la otra esquina, sino el infierno.
 

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