Menú
Resurgen con fuerza en los medios catalanes, pero no sólo en ellos, algunas viejas cantinelas que esconden o disfrazan lo esencial: que Maragall se ha comprometido a un pacto de exclusión del PP y que nos promete un drama si se obstaculiza su siniestro “camino sin retorno”. La consigna del momento es que el gobierno central no acepta la pluralidad dada su rancia, monolítica y autoritaria idea de España.
 
Pero, ¿qué ha habido en el comportamiento de Aznar que justifique tal crítica? ¿Qué agravios puede esgrimir Cataluña? Las inversiones del estado en esta comunidad superan con mucho las de la era socialista, Cataluña recauda seis veces más en impuestos que en 1996, el sistema de financiación pactado con el PP deja en ridículo lo que se obtuvo de Felipe González y Aznar no ha intentado ninguna LOAPA. Por si todo esto fuera poco, ha sostenido largamente en el poder al gobierno nacionalista de Jordi Pujol sin traicionar ni una sola vez sus pactos de gobernabilidad.
 
¿A qué viene pues esta catarata de reproches? ¿Esperaban que el gobierno del PP se callara ante el pacto de exclusión y renunciara a la confrontación ideológica con quienes ponen el poder efectivo en manos de un partido secesionista minoritario? Concluir tal cosa atenta contra la lógica. La explicación es más sencilla: Maragall está recurriendo a la fórmula del victimismo utilizada por CiU durante un cuarto de siglo, sólo que él lo hace peor, suena más extremista, más amenazante y más contradictorio. Invoca el “Adéu, Espanya” de su abuelo mientras fuerza al PSOE a acompañarle en su aventura y en su empanada mental, sacrificando las expectativas de Zapatero y poniendo a los barones regionales en la tesitura de aplaudir un proyecto que empobrecerá a sus comunidades.
 
El sostén del PSOE a Maragall durará poco, justo hasta después de las elecciones generales. Pero el lenguaje incendiario, la exclusión de sectores enteros de la sociedad por razón de su filiación política, de su idioma o de su opinión, y la queja continuada, tan hipócrita como estéril, durarán lo que dure su gobierno. Los que no permiten la pluralidad en esta parte de España seguirán exigiendo machaconamente de Madrid una pluralidad que ya existe. Hasta aquí todo es bien triste, pero se entiende. Lo que no cuadra es el desafío de tomar abiertamente a Ibarreche como ejemplo, para que todo el mundo se entere. Sería bueno que algún día nos revelaran cuál es la misteriosa deuda que los tres primeros partidos de Cataluña tienen con el nacionalismo vasco. ¿Por qué PSC, ERC y CiU peregrinan a Vitoria para postrarse ante los socios y valedores de una formación catalogada como terrorista por la Unión Europea y los Estados Unidos? Desde el punto de vista estratégico, es absolutamente contraproducente para sus intereses y para su credibilidad. En este puzzle falta una pieza que alguien tiene escondida en el bolsillo.
 

En España

    0
    comentarios