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Esta sí que es buena. Ahora me entero de que a John Bonello, aquel portero maltés a quien la selección española de fútbol le marcó doce goles el 21 de diciembre de 1983 (y si hubieran hecho falta quince, también habrían entrado) la federación de su país le ha nombrado... ¡preparador de porteros! A mi ni me va ni me viene, no tengo familia en Malta pero... ¿No tenían otro puesto para él? ¿En qué estaba pensando el presidente de la federación maltesa? ¿O es que el presidente también se apellida Bonello? Aquel John Bonello no fue precisamente en Sevilla el halcón maltés sino más bien el búho maltés. O la lechuza maltesa. A lo de Bonello se le llama meter a la zorra en el gallinero, algo parecido a si Ángel María Villar pusiera a Julio Cardeñosa como conferenciante bajo el título de "así le di la puntilla a Brasil". Algo francamente desagradable.
 
Aquel día nos hacían falta once y marcamos doce. Y es que un tal Demmanuelle (no confundir con Laura Gemser, bastante más potable desde mi modesto punto de vista) le marcó el 1-1 a Paco Buyo —¡vaya intervención la suya también!— cuando sólo iban transcurridos veinticuatro minutos de partido. El cronometro se puso en marcha y fue la exactitud de sus manecillas (el 12-1 llegó en el minuto 84, ni demasiado pronto ni tampoco excesivamente tarde) lo que llevó a comentar a mi compañero Alfonso Azuara, por aquel entonces en Televisión Española, lo siguiente: "Si el 12-1 se debe sólo a criterios deportivos, habrá que felicitarles". Felipe González ordenó la repetición del partido y ese día ya no invitaron a Azuara. ¿Por qué sería?
 
Durante algún tiempo el apellido Bonello se convirtió aquí en sinónimo de ganso y bolo, de marmolillo y zangandullo. O lo que es lo mismo, de torpe. Y el portero maltés compitió con el ministro de Asuntos Exteriores Fernando Morán a la hora de aplicarse los chistes más incisivos e hirientes. Yo creo que fuimos poco leales con Johny Bonello porque, al fin y al cabo, su botez nos condujo directamente a la Eurocopa de Francia, competición en la que -sin que sirva de precedente- hicimos un gran papel. Veinte años después Bonello sigue quejándose de que en Barajas les perdieron las maletas y cuando llegaron a Sevilla ni siquiera tenían luz para entrenar. Ya lo dijo Di Stéfano: "al enemigo ni agua". Y es que la vida está muy mala querido Johny Bonello.

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