Menú
La escena se habrá repetido en miles de hogares catalanes durante las comidas de Navidad y de San Esteban. La reunión familiar (pero esto, claro, no es exclusivo de Cataluña) puede acabar con facilidad en psicodrama. El teatro y el cine han explotado esa mina que siempre funciona porque a todos nos toca alguna herida, aunque el psicodrama americano por excelencia cae en el Thanks Giving Day, o Día de Acción de Gracias. En su poema Nadal, Joan Salvat-Papasseit ya presentía y temía, una noche del 24, la desazón del día siguiente. De un modo conmovedor, el poeta del Borne cierra con estos versos: (...) Jesús ja serà nat. / Ens mirarà un moment a l'hora de les postres / i després de mirar-nos arrencarà a plorar.
 
Ese poso de tristeza que deja el contacto navideño con los seres queridos se ha teñido este año en no pocos hogares catalanes de un cierto rencor, de reproches abiertos, de enfados contenidos y de reveladores silencios. Creyendo que navegaban en el mismo barco nacionalista, los hijos han llevado al poder al partido independentista que ha dejado al padre sin sueldo o sin expectativas. Muchos de estos nuevos visitantes del INEM no sólo se sienten traicionados por su prole sino también por sus mayores, pues son legión los ancianos que han sentido la irresistible llamada de las viejas siglas de Companys.
 
Claro que entre los votantes de ERC existe una parte, de momento imposible de cuantificar, que cree estar viviendo una pesadilla desde que vio a esa masa procedente del cinturón industrial agolparse en la Plaça de Sant Jaume a saludar a Maragall y a Zapatero con los inconcebibles gritos de “¡Viva Cataluña!”, así como suena, en castellano. Encima, por si esta vejación fuera poca cosa, lo de abrir investigaciones por corrupción parece que iba en serio. Son días muy extraños. Aunque me lo hubieran jurado, jamás habría creído que los independentistas iban a darme tantas alegrías. No soy ningún ingenuo, sé quién es el adversario. Pero también sé que es plural y que se está dando de palos. De ingenuidad podrían estar pecando más bien en ciertos despachos de Madrid, donde quizá crean que CiU ha pasado a convertirse en un posible aliado estratégico. El tiempo los desengañará, pero esperemos que no se abracen demasiado al espejismo. CiU ha entrado ya en una carrera de radicalización para demostrarle a los niños y al abuelo que son unos pardillos que sirven al enemigo, es decir, a España. Entrañables familias.

En España

    0
    comentarios