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Víctor Llano

La faltriquera del coma-andante

Miente Pedro Álvarez -presidente de la empresa cubana Alimport- cuando afirma que por primera vez en 44 años la compañía que supuestamente dirige se ajusta a las condiciones del mercado y utiliza  mecanismos bursátiles para comercializar los productos que adquiere en Estados Unidos. La única novedad estriba en que desde finales del 2000 –sin servirse de terceros o de subsidiarias norteamericanas- llegan a Cuba directamente mercancías estadounidenses.
 
Sin embargo, ha sido práctica habitual de distintas sociedades castristas utilizar como referencia las bolsas norteamericanas e inglesas para la comercialización de estas mercancías. La primera compañía que se sirvió de esta herramienta capitalista fue Cubazúcar, fundada a principios de los 60. Durante muchos años utilizó estos mecanismos para pignorar las cosechas azucareras. Lo que le permitía acceder a todo tipo de créditos con el respaldo de las grandes compañías que comercian con el azúcar. Más tarde, se incorporó Cubaníquel, empresa exportadora de níquel que, con el mismo objetivo, utilizó los índices de la Bolsa de Metales de Londres.
 
Ya a principios de la década de los 80, Alimport decidió utilizar como referencia la Bolsa de Chicago. Tanto en lo que concierne a la fijación de precios con compañías comercializadoras de granos y cereales, como para la obtención de primas o descuentos. Durante varios años, subsidiarias norteamericanas fuera de EE.UU., así como otras transnacionales de granos, cereales y oleaginosas, estuvieron negociando con Cuba contratos sobre la base de utilizar el Mercado de Chicago como referencia para estas transacciones. También se utilizó este mercado para determinar primas y precios finales de los cuantiosos volúmenes de productos que llegaban a la Isla procedentes de terceros mercados y respaldados financieramente por empresas soviéticas.
 
Aunque ahora al gobierno cubano le interese presentar como novedad lo que no lo es, nadie medianamente informado puede ignorar que desde hace varias décadas subsidiarias norteamericanas radicadas lejos de  EE.UU. negocian con Alimport la comercialización de distintas mercancías. Lo único que se les exigía era el correspondiente permiso del Departamento del Tesoro. No existía otra limitación salvo la de pagar al contado lo que adquirían. No obstante, siempre el régimen de Castro contó con la financiación de empresas que negociaban y negocian con el azúcar. Por lo tanto, no podemos comentar novedad alguna. Se trata de la misma patraña. Desde el principio de su siniestra andadura la robolución comunista se sirve del sistema capitalista y de  los mecanismos de la bolsa internacional para cerrar todo tipo de negocios.
 
Los cómplices del tirano insisten en acusar al neoliberalismo de porquería y de ser la causa de todos sus fracasos, pero no dudan en utilizar sus mecanismos para engrosar la cuenta del coma-andante. Hoy sabemos todo lo que guardaba Sadam Husein en el extranjero, tal vez muy pronto conozcamos lo que Fidel Castro ha logrado almacenar fuera de la Isla-cárcel. A pesar de que personajes como Che-mazares,  Javier Madrazo y Rosa Regás continúan hablando de bloqueo; los caudales de los robolucionarios, lejos de disminuir, aumentan. La prostitución generalizada y en muchos casos adolescente, el tráfico de propiedades robadas y las empresas mixtas les resultan muy rentable. Lástima que sean muchos los que les ayuden a enriquecerse.

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