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Rubén Osuna

El saldo fiscal

Pujol siempre utilizaba la burda mentira del expolio a Cataluña. Antes de la cesión de impuestos a las Comunidades Autónomas, primero con el PSOE, después con el PP, un ciudadano español compraba el mismo formulario para la declaración del IRPF en Vigo y en Murcia, en Huelva o en Gerona, y a igual nivel y composición de la renta se pagaban los mismos impuestos.
 
Cuando se introduce el territorio como argumento se está mintiendo por partida doble. Primero se habla de saldos fiscales de las comunidades autónomas, lo cual es un disparate. Durante las negociaciones en el seno de la Unión Europea ha surgido en más de una ocasión el problema del cálculo de los saldos. Holanda, por ejemplo, ha intentado atribuirse –y quiso en su día presentar como aportación propia– unas cantidades recaudadas por la Unión en sus puertos, principal vía marítima de entrada de mercancías en Europa, aunque esos pagos los realizara una empresa radicada, por poner un caso, en Alemania –al final se aceptó una compensación a Holanda por los costes de recaudación, nada más. De igual forma, una empresa que fabrique y venda tornillos en Galicia, pero cuya sede social esté en Barcelona, afectará al pretendido "saldo fiscal" de las comunidades autónomas. Por eso los saldos fiscales, incluso entre Estados, son un mal punto de referencia para cualquier negociación. Es más, ese tipo de negociaciones entre territorios, incluso en el caso de Estados, no consiguen librarse de la mirada acusadora del ciudadano que, producto de ellas, se ve injustificadamente beneficiado o perjudicado frente a otros ciudadanos. Es muy difícil introducir el concepto de ciudadanía en la Unión Europea por ese motivo, entre otros, como es muy difícil quebrar el sistema fiscal en un Estado que consagre la igualdad entre sus ciudadanos.
 
Pero hay otro engaño en esta "territorialización": llevemos el principio hasta sus últimas consecuencias, de manera que si los territorios que más pagan pueden reclamar autonomía fiscal, o compensaciones, ¿cómo decir a las provincias que no piensen en esos mismos términos? ¿Y a las ciudades o a los barrios? ¿Y a las calles, los edificios, las plantas de los edificios, los pisos y, en última instancia, los individuos? ¿No tienen "saldo fiscal" los individuos? ¿Qué habrían dicho los partidos de izquierda si un partido de derechas se hubiera atrevido a plantear la autonomía fiscal del barrio de Salamanca en Madrid argumentando que pagan más de lo que reciben?
 
Lo alarmante no es el sinsentido, ni el descaro, ni siquiera la impunidad con que se proclaman estas barbaridades. Lo realmente increíble es que eso ha funcionado, funciona y muchos creen que funcionará en el futuro para hacerse con el poder, conservarlo o servir diligentemente a su clientela. Bono es el primer dirigente socialista que se atreve a presentar un conato de explicación de esta locura inserto en un eslogan claro pero insuficiente ("pagar más impuestos no da más derechos"). Los políticos que quieran luchar contra el atraco a mano armada de los nacionalistas tendrán que hacer un esfuerzo explicativo de lo evidente -¡qué país!– mucho mayor que el que hasta ahora se ha hecho, por tierra, mar y aire.

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