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Federico Jiménez Losantos

Vuelve la Ruptura contra la Reforma

Ya es irreversible. El PSOE ha decidido jugarse su suerte y la nuestra a la carta de la Ruptura. Sí, aquella Ruptura que no pudo conseguir en 1976, cuando la derecha franquista o antifranquista promovió la Reforma del Régimen de Franco, pasando "de la Ley a la Ley" y mediante referéndum logró el respaldo del 80% del electorado a esa fórmula no traumática de transición a la democracia. La Ruptura que preconizaba toda la Oposición apenas consiguió el 20% de los votos, incluida la abstención, y la Reforma salió adelante con el Rey, Suárez y Torcuato Fernández Miranda como piezas esenciales de aquella fórmula inteligente y generosa (por parte de los franquistas, que votaron su propia disolución en las Cortes) que permitió cambiar el régimen sin poner patas arriba a la Nación.
 
Pero eso es lo que pretendían precisamente los rupturistas, poner patas arriba a España, dejarla, como dijo Alfonso Guerra al llegar al Poder, "que no iba a conocerla ni la madre que la parió". Afortunadamente, no lo consiguieron, pero la sempiterna manía izquierdista de fundar un régimen identificado con un partido seguía ahí. Y se ha actualizado dramáticamente cuando los socialistas de 2004 piensan que no tienen nada que perder, cuando dan por perdidas las elecciones, como en 1934. Setenta años y no han aprendido nada. Probablemente, ni pueden ni quieren aprender. La gran diferencia es que España es hoy un país mucho más próspero que en 1976 (aun viviendo entonces la mejor época económica del siglo XX), está plenamente insertada en Europa, tiene uno de los niveles de calidad de vida, más altos del mundo. Y sin embargo… los demonios familiares siguen ahí.
 
Y hay una incógnita mayor: ¿estará la Derecha hoy dispuesta a defender su modelo de España, su idea nacional, frente a la disolución rupturista que plantean la izquierda y los nacionalistas? ¿Están el Rey, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, los grandes medios de comunicación públicos y privados, las grandes empresas, bancos y negocios realmente dispuestos a hacer frente a ibarreches, rovireches y maragalleches? ¿A usar la Constitución contra sus enemigos? ¿A levantar a la nación española contra los que quieren enterrarla?
 
En 1976 lo hicieron por necesidad. En 2004 tendrían que hacerlo por convicción. ¿Pero tienen convicciones, tienen principios, tienen realmente una idea y una necesidad de España o están dispuestos a negociar su jubilación anticipada, la suya y la de la nación, con tal de seguir disfrutando de esa especie de pensión vitalicia, pensión de rentista, sin tener que arriesgar algo por todo, o todo por nada?
 
Nada nos gustaría más que ser optimistas, pero la realidad no nos lo permite, y ojalá nos equivoquemos. Pronto, en no más de un año o dos, podremos comprobar si puede deshacerse la Transición y crear un nuevo régimen basado en la negación de España o lo que se deshace es esta nueva forma de golpismo patroneado por Polanko, que ya la preconiza abiertamente desde su inmenso imperio mediático, y ejecutado por Zapatero y sus aliados comunistas y separatistas. Eso, al margen de las elecciones, precisamente por no poder ganarlas, y porque nunca se han resignado a haber sido beneficiarios y no actores de la democracia traída por los franquistas y que la derecha democrática de Aznar ha sabido gestionar mucho mejor que la Izquierda, otra cosa que tampoco perdonan. El resentimiento es el verdadero programa político de estos revolucionarios ricachos y sin escrúpulos. Veremos si hay capacidad para denunciarlo y derrotarlo. Pero nos aguardan días duros, luctuosos, terribles, innecesarios. ¡Pobre Nación rica! ¡Pobre España!

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