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Alberto Míguez

Las bombas de "Baby" Assad

El anuncio del primer ministro israelí sobre la instalación de nuevas colonias en los Altos del Golán, que Siria reivindica como territorio propio, desató los nervios de los muchos enemigos que Sharon tiene en el mundo y en la región porque proporcionó la prueba de que la Hoja de Ruta era papel mojado para el régimen israelí. Como en el caso del muro entre los asentamientos y los territorios palestinos, lo que falló en este caso fue la presentación de la iniciativa o, como se dice ahora, la comunicación. Es más que dudoso que Israel termine implantando nuevos asentamientos en este enclave.
 
Entre el anuncio de Sharon y las declaraciones de Bachir El Assad, el dictador sirio, rehusando cualquier control, reducción o destrucción de las armas de destrucción masiva que su país posee, los analistas mesorientales establecen una relación de causa a efecto. Nada menos evidente que esta relación porque el régimen sirio no necesitaba la propuesta israelí para reivindicar el carácter agresivo y subversivo de su política externa e interna ,algo que todo el mundo conoce y reconoce, salvo, al parecer, el gobierno español que organizó recientemente una injustificada visita del rey a Damasco sin que mediara explicación previa, pero tal vez con la inocente esperanza de que “Baby” Assad imitase a Gadafi y se sometiera a los controles internacionales sobre armas de destrucción masiva. Bendita ilusión que ahora se desbarata: Assad nunca tuvo la más mínima intención de desarmarse o de negociar con el gobierno israelí un acuerdo sobre el Golán, por eso rompió sistemáticamente el diálogo con Jerusalén, como tampoco quiso liberalizar su régimen que sigue siendo una dictadura inclemente y agresiva con disidentes encarcelados, sin libertades públicas o privadas y el control agobiante de una secta tribal (los alauitas), siniestro recuerdo de su padre y antecesor.
 
Es de todos conocido que el progenitor del actual dictador, el longevo tirano Hafed El Assad, convirtió a su país en el centro logístico del terrorismo palestino y otros terrorismos colindantes. Aunque enemigo acérrimo de Saddam Hussein, tras la caída del dictador han quedado claros los vínculos económicos, financieros y subversivos existentes entre ambos regímenes.
 
Siria sigue teniendo el nada envidiable privilegio de figurar en la lista de “países terroristas” del Departamento de Estado norteamericano y está todavía sin dilucidar el papel de su régimen en la creación y actuación de las brigadas islámicas que luchan en Irak contra la coalición ocupante y promueven todo tipo de atentados. Creer, como hacen algunos dirigentes occidentales, entre ellos José María Aznar, que “Baby” Assad es un potencial amigo y aliado de Occidente no deja de ser una pánfila ilusión. Por el contrario, sigue siendo uno de los más feroces adversarios de lo que España, el Reino Unido, Francia o Estados Unidos representan y defienden.
 
Este es el personaje con el que la ministra Ana Palacio y sus consejeros intentan establecer contactos cada vez más estrechos. Claro, que si se tiene en cuenta que Aznar y su ministra han expresado los mismos propósitos hacia el régimen medieval y sanguinario de los clérigos chiitas iraníes, todo se aclara. Como está, también, muy claro que la errática política exterior de Aznar y la penosa actuación de los tres ministros del “aznarato” (vaya trío: Matutes, Piqué y Palacios) es el punto más débil, irreflexivo y oportunista de un gobierno por tantas cosas admirable. He ahí un terreno en el que Rajoy podrá aplicar el sentido común y la moral. Con eso, sin duda llegará.

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