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Porfirio Cristaldo Ayala

Paradigmas obsoletos del socialismo

El fundador del partido comunista de China, Mao Zedong, debe revolcarse en su tumba. La legislatura China ha introducido una enmienda constitucional que garantiza la propiedad privada, antítesis del socialismo. El presidente Lula, fundador del marxista Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil adelanta las reformas liberales porque el socialismo en el mundo no tiene otra solución. El paradigma socialista se ha vuelto obsoleto.
 
La política oficial del partido comunista chino convirtió a la propiedad privada en un principio guía de la nación, creando el marco legal necesario para su creciente economía capitalista. La enmienda establece que la propiedad privada será inviolable. La protección de los derechos de propiedad es considerada esencial para continuar el desarrollo que se inició 20 años atrás con la liberalización de la economía mediante las reformas de Deng Xiaoping.
 
La confiscación de las tierras por Mao originó la gran hambruna de los años 60, la peor de la historia de la humanidad. Después de la muerte de Mao en 1976, el pragmático Deng entendió que el socialismo en lugar de distribuir riqueza estaba distribuyendo miseria y comenzó la liberalización económica. El resultado fue la más grande disminución de la pobreza de todos los tiempos.
 
Primero se permitió a las familias que trabajaban en las granjas colectivas vender una parte de su producción a precios de mercado. Más tarde el gobierno les alquiló todas las tierras a los campesinos. La producción se duplicó cada 9 años, originando grandes excedentes exportables, y el ingreso de los campesinos se cuadruplicó en 12 años. Posteriormente, la liberalización se extendió al resto de la economía, con la desregulación laboral y el libre comercio.
 
La protección constitucional de la propiedad privada, como parte de la política del partido, no solo permitirá atraer nuevas inversiones, promover el ahorro y la formación de capital, elevar la productividad, crear empleos y mantener el vigoroso crecimiento económico de la China, del orden del 10% anual, sino que seguramente llevará a la ampliación de las libertades políticas, la mayor tolerancia al disenso, la libertad de prensa y, finalmente, a la democracia.
 
Al otro extremo del planeta, en el Brasil, el presidente socialista Lula da Silva, ante el horror de la izquierda, adoptó una política pragmática, más liberal que la de su predecesor “neoliberal”, Fernando Henrique Cardoso. Para atraer la inversión extranjera, crecer y mejorar el empleo y la renta, estabilizó la economía, recortó el gasto público, consiguió un superávit fiscal y logró aprobar la reforma tributaria y de seguridad social.
 
José Genoino, un ex guerrillero entrenado en Cuba, titular del PT, responde a las fuertes críticas de la izquierda diciendo que el socialismo en el mundo no tiene otra solución que la liberalización de la economía. El Brasil habría quebrado – dice – si seguían la políticas populistas defendidas por intelectuales y políticos de la moratoria de la deuda, el socialismo agrario, los monopolios estatales y la reducción de las tasas de interés por decreto.
 
¿Qué queda del marxismo revolucionario? El compromiso de impulsar políticas sociales como el “hambre cero”, sujeto a la disponibilidad presupuestaria. El PT está cambiando sus principios doctrinarios mientras avanza. Hacer oposición, criticar al gobierno, es cómodo, pero cambiar la realidad del país – dice Genoino – es más difícil, exige políticas de mercado realistas, moderadas y eficaces.
 
Brasil tiene 20 millones de pobres. El socialismo sólo podrá ayudarlos si abre la economía, fortalece la seguridad jurídica, atrae la inversión y concentra el gasto social en la salud, educación y seguridad. Por eso Lula defiende la propiedad privada en contra de las invasiones de los Sin Tierra y ha reformado el sistema previsional en contra de los funcionarios públicos, dos grupos que lo llevaron al poder.
 
Los socialistas pragmáticos saben que en el mundo no existe un modelo de izquierda que puedan copiar y reconocen el fracaso de los viejos paradigmas que hundieron a los pueblos: el marxismo, el populismo y la economía estatizada. Los dogmas de la izquierda que ofrecían el paraíso en la tierra terminaron por traer el infierno de la opresión, corrupción y miseria.
 
Socialistas del mundo, uníos en la liberalización de la economía.
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala es corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.

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