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Encarna Jiménez

Volvemos al “Un, dos, tres”

Chicho Ibáñez Serrador ha vuelto a TVE con el histórico “Un, dos, tres”, ahora subtitulado “A leer esta vez”. Durante meses nos han estado contando que el célebre concurso intentaba promocionar la lectura con un mecanismo fácil: cada semana, parte de las preguntas estarían dedicadas a un libro, previamente distribuido en quioscos por Planeta-DeAgostini por un precio módico. Era una manera de que cada siete días los seguidores se acercaran a una obra accesible de la literatura universal y pudieran participar en un juego con premios.
 
Tan loable propósito, sin embargo, se vio bastante matizado el día del estreno, el viernes en horario de máxima audiencia, al comprobar que el “Un, dos, tres” era prácticamente un calco del que se ofrecía hace décadas y “Las mil y una noches”, obra escogida para el debut, una excusa para montar un aparatoso escenario, con camellos incluidos, que diera colorido a un plató gigantesco.
 
Chicho Ibáñez Serrador anunció, puro en mano, que el tema de la lectura iría adquiriendo mayor protagonismo en semanas posteriores, pero es difícil que se superponga al mecanismo de un concurso que tiene unas reglas muy establecidas y que, para satisfacción de su inventor, sigue funcionando como macroconcurso de más de tres horas de duración.
 
Entre las novedades, figura la de un nuevo presentador, el zaragozano Luis Roderas, persona habilidosa que puede alternar la cara de bueno y enredador sin perder el ritmo. Los malos, en este caso, están representados por un “quemalibros” del Farenheit de Ray Bradbury que resulta antipático y que se permite introducir los discursos de buenas intenciones por parte de Chicho. Por lo demás, en el programa no hay variaciones dignas de mención, ni en las azafatas, ni en los cómicos invitados.
 
No hay que despreciar la iniciativa de este “Un, dos, tres” con afán de fomentar, desde abajo, la lectura de algunos libros, pero lo más significativo del regreso del concurso más afamado de TVE es que, 20 años después, la televisión pública tenga que echar mano de fórmulas antiguas para rellenar su programación, y que no ha habido recambio ni grandes ideas en el mundo televisivo desde los inicios de la cadena pública.    

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