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Alberto Míguez

¿Cuánto vale la vida de un francés?

El acuerdo firmado entre el Estado francés y el régimen del coronel Gadafi por el cual se indemniza con un millón de dólares por cada muerto a los familiares de las víctimas del atentado contra un avión de la compañía UTA sobre el desierto del Teneré hace algunos años linda la indecencia, promueve la impunidad de los asesinos y ofrece un penoso ejemplo de inmoralidad y avaricia de consecuencias planetarias.
 
Lo de menos es que la cantidad desembolsada por Gadafi sea el diez por ciento menor que la ofrecida a los familiares de otro atentado, el de Lockerbie, en su mayoría de nacionalidad norteamericana. Lo peor son las características del acuerdo y el cambalache consentido por el gobierno francés al levantar sus reticencias en la ONU para que el embargo que pesaba sobre Libia (precisamente por promover actos terroristas) se suprima.
 
El régimen libio nunca reconoció sus responsabilidades en esta masacre aunque éstas quedaron clarísimas en el juicio contra seis agentes secretos de Trípoli condenados en rebeldía por los tribunales galos. Lo peor del caso es que tampoco el gobierno francés exigió este reconocimiento, de modo que la indemnización se convierte apenas en un don, una propina o simplemente una “compensación” por el crimen.
 
Es difícil entender que los familiares de los víctimas hayan podido aceptar este enjuague. Pero todavía lo es mucho más que todo esto lo avale el gobierno francés y el presidente de la República, al que le faltó tiempo para recibir en el Eliseo al ministro de Exteriores libio que acaba de firmar el acuerdo con el abogado de las víctimas. Consciente o inconscientemente, Francia y su gobierno asumen la complicidad con el terrorismo de un Estado que lo ha promovido —¿ha cambiado tal vez?, ojalá— a lo largo de los últimos treinta años y que acaba de conquistar la respetabilidad a golpe de chequera. Pero si resulta escandaloso el comportamiento de Chirac y sus colaboradores —muy especialmente la del ministro Villepin, salsa de todos los platos— mucho más lo es el espeso silencio de los medios de comunicación galos, extrañamente ajenos a este asunto escandaloso que pone precio a la vida de un montón de inocentes, contamina a sus familiares y promueve la impunidad de los criminales "urbi et orbi". Incomprensible, penosa e infame componenda.

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