Menú
Amando de Miguel

Rarezas y curiosidades

Esta seccioncilla da para mucho. A través de la lengua llegamos a todo el organismo, el individual y el social.
 
Rafael Vázquez Romero, arquitecto, me hace una consulta que desborda ampliamente mi repertorio de conocimientos. Quiere saber de dónde proviene el apellido “Bardají”. Ciertamente es un apellido que ahora suena mucho, dignificado por un comentarista de cuestiones estratégicas. Mi comunicante sugiere el parentesco con la voz “bardaje”. Yo creo que no. El apellido proviene seguramente del tronco semítico (árabe o judío). La voz “bardaje” viene bien expuesta en la Enciclopedia del erotismo de Camilo José Cela. Es el sodomita pasivo. Parece ser que en la antigua Persia, el “bardaje” era un hombre afeminado. Los apellidos que remedan voces con significado erótico no tienen por qué asimilarse a ese parentesco. Por ejemplo, Gay o Barragán. Vaya usted a saber por qué se llamó así el primero que utilizó el tal apellido. Nunca me ha parecido muy científica la historia que se quiere hacer de los apellidos.
 
Más difícil es todavía la consulta de J. Eugenio Fernández, que realiza su doctorado y enseña español en la Universidad de Chicago. Tuve yo una beca de esa Universidad, razón suficiente para que me resulte especialmente simpático mi comunicante. Quiere saber “la razón última de los verbos irregulares”. No tengo ni idea. Solo sé que los verbos irregulares existen en los idiomas cercanos y que muchas veces son los de más uso. Por ejemplo, el verbo “ser”. Dan ganas de concluir que los verbos irregulares sirven para que los niños se esfuercen en aprenderlos. Cuando un niño dice “no cabo”, en lugar de “no quepo”, nos está indicando que ya ha comprendido la estructura del verbo regular o normal. Todavía entiende mejor la norma cuando, por contraste, tiene que aprender la forma irregular. Se hace por oído. Para desesperación de los alumnos de mi colega, la lista de verbos irregulares es mucho más amplia en español que en inglés. Además, en español las variaciones irregulares son todavía más diversas. Espero que alguno de los lectores más versados que yo en estas cuestiones nos aclare por qué hay verbos irregulares.
La consulta más difícil me la hace Javier Lizárraga, de Navarra. Viene a decir: ¿Por qué no se puede decir “nos gusto”, hablando de mí mismo, como se dice “me gusto, te gusto, le gusto, etc.”? No sé por qué. Teóricamente, si yo gusto a todos nosotros, se podría decir “nos gusto”. Sin embargo, no me suena. El amigo Lizárraga insiste en que no le vale la razón del oído. No tengo otra; lo siento.
 
Debo insistir en que esto de los errores y las erratas es una cuestión que me preocupa, pero más bien como parte de los usos lingüísticos. Por parecidas razones me interesan los otros usos, sean alimentarios o sartorios. Pero no soy gramático, ni nutriólogo, ni sastre. Lo siento.
 

En Sociedad

    0
    comentarios