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Carlos Semprún Maura

Ritos de sobra

Como es ritual, el Presidente Chirac estuvo recibiendo estos días en el palacio del Eliseo a los representantes de las instituciones, de las religiones, y de las corporaciones francesas, para desearse mutuamente un feliz año, lo que aprovechó para proseguir con sus parrafadas del 31 de diciembre por televisión sobre la importancia de la lucha contra el paro. Su propuesta de promulgar una “gran ley” de movilización a favor del empleo deja escéptico a todo el mundo, empezando por los sindicatos.
 
En una sociedad como la francesa, no se crea empleo por decreto, es una ilusión burocrática, son las empresas y el mercado quienes lo crean. En cambio, propuso la suspensión de la “tasa profesional”, lo cual satisface sobre todo a los patronos de pymes, agobiados de impuestos. Lo que no se entiende, si se trata de una medida que podría favorecer el empleo, es ¿por qué limitarse a una suspensión de 18 meses? Si, gracias a ella, las pymes han podido contratar uno o varios trabajadores cada una ¿qué pasará dentro de 18 meses? ¿tendrán que despedirlos? Siempre lo mismo, siempre tan timoratos en cuestión de reformas. Algo parecido ocurre con las 35 horas. Todo el mundo reconoce que es una mala ley, pero se limitan a “suavizarla”.
 
Le Figaro de este lunes publica la foto y una breve biografía de Aïsa Dermouche, “primer prefecto procedente de la emigración”. Esto nos recuerda la reciente y ridícula polémica entre Chirac y Sarkosy, a propósito de la “discriminación positiva”. El ministro de Interior afirmó su necesidad, el Presidente se indignó: la República francesa concede cargos y responsabilidades según los méritos y no según los orígenes, la religión, o el color de la piel. Poco después, Chirac anuncia que van a nombrar un prefecto “procedente de la emigración”, y Sarkosy, contradiciéndose, se opone primero y luego se calla. “Es absurdo polemizar públicamente con el Presidente”, dice. Al haber comentado la prensa este paripé sobre la “procedencia” y los “orígenes”, Chirac precisa que se le nombra prefecto por sus méritos y no por su “procedencia”.
 
No sé si en el caso del señor Dermouche puede hablarse seriamente de “discriminación positiva”, porque, aun habiendo nacido en la Cabilia, es un notable francés, director de la escuela superior de comercio Audencia, considerado como de derechas y miembro del “consejo consultivo de la enseñanza superior privada”. Me temo que gane menos como prefecto. Este vodevil semántico demuestra el malestar y la hipocresía de las autoridades, y el racismo de la sociedad francesa. A nadie se le ocurriría, al hablar de Sarkosy, añadir de origen húngaro, o de Manuel Valls, de origen español, etcétera, eso se reserva a los magrebíes.
 
Lo más evidente resulta ser lo más complicado, porque según la ley todos los ciudadanos franceses tiene los mismos derechos y deberes, sean de origen corso, bretón o tunecino, pero en la práctica... En la práctica, hasta ahora ningún partido, de derechas o de izquierda, se ha atrevido, por ejemplo, a presentar en sus listas electorales a ciudadanos cuyos nombres serían Ben Barka, o Budiaf, pongamos. Esta es la cuestión, o una de las cuestiones.
 

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