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Solo hay dos tipos de políticas, la gubernamental y la de oposición. Y es un error pensar que la segunda está libre de responsabilidades dentro del régimen constitucional. Los liberales ingleses lo entendieron a la primera. Idearon e institucionalizaron una oposición útil, no a sí misma, sino al país y a la libertad. Y parte de esto era el Shadow Cabinet, el “gabinete en la sombra” que creaba el partido aspirante al poder. Su utilidad y rentabilidad electoral son indudables, porque en un régimen de opinión pública la imagen es tan importante como el contenido del programa.
 
La institucionalización de la oposición es una de las piezas claves del gobierno representativo. No hablo solamente de las funciones de fiscalización de la labor gubernamental, o de la canalización de las demandas de la sociedad. Me refiero también a su capacidad para presentar una alternativa mejor que la del Gobierno. El inglés Bolingbroke, ya en el siglo XVIII, teorizó sobre el papel de la oposición política. El partido que aspire al poder, decía aquel inglés, no debe expresar sólo el disenso, sino que tiene que aspirar a ser alternativa, ofreciendo los remedios a un gobierno que no es infalible. Esta idea se abrió paso en el siglo XIX a medida que fue avanzando el Shadow Cabinet, formado por el líder del partido de la oposición o Shadow Primer Minister, y por los demás miembros del futuro Gobierno, o Shadows Ministers. Construir lo que el liberal John Cam Hobhouse llamó un His Majesty’s Opposition, requiere paciencia y disciplina.
 
Zapatero arrancaba en el año 2000 de una situación muy desfavorable, y su renovación del partido debía haber sido paulatina, profunda e inmisericorde. Habló de la “oposición responsable”, y parecía que sus nuevos métodos y maneras darían como resultado un Shadow Cabinet que hiciera más creíble y firme su proyecto. Pero, ¿podía Zapatero presentar un Shadow Cabinet? No. Las rivalidades entre sus amigos políticos íntimos, bisoños la mayor parte de ellos, así como la disparidad de los grupos que le apoyan, dificultan que un líder con pies de barro se imponga al resto del partido. Además, ¿cómo apartar a los viejos socialistas del felipismo? Una cosa es utilizarles como símbolo, homenajear a González, y otra presentar un nuevo proyecto político con caras del pasado. El invento del "grupo de notables", después de la propuesta electoral de Ibarra ha quedado en papel mojado. Y las "derrotas dulces" de las elecciones municipales y las autonómicas de Madrid y, especialmente, el maridaje con Esquerra Republicana, amen de las encuestas adversas, empujan a Zapatero a un pacto postelectoral si puede y quiere gobernar.
 
No sólo es imposible que Zapatero presente unShadow Cabinet, sino que, para perjuicio de nuestra democracia, no ha conseguido las condiciones internas para cumplir con ese papel de alternativa útil y responsable.

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