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Amando de Miguel

Miscelánea lingüística

Son tantos y tan variados los emilios que recibo sobre cuestiones lingüísticas, que no tengo más remedio que contestarlos de forma sintética y nada sistemática. Dejo de reseñar los que simplemente me felicitan por mis trabajos o me animan a seguir “dando caña”, si bien agradezco vivamente esos escritos de apoyo.
 
Félix Ortiz Oleada señala que la expresión “vacío de contenido” es un poco tonta, pues “si está vacío, está vacío de todo”. No exactamente. Puede haber un vacío que deje la cáscara, la forma, lo exterior. ¿O no hay botellas vacías?
 
Juan Antonio Granizo Pérez, estudiante de Filología Hispánica, me consulta la idoneidad de algunas expresiones del tipo “productos a utilizar”, “requisitos a cumplir”, etc. Es claro que se trata de un galicismo malsonante. Desgraciadamente, cunde cada vez más, sin que muchos se sientan molestos, fuera de los lectores de Libertad Digital.
 
Juanjo denuncia el sexismo de algunos formularios oficiales en los que se habla de “un hombre bueno”. Me parece demasiado escrupuloso mi corresponsal. Todo el mundo entiende que “un hombre bueno” puede ser perfectamente una mujer. Después de todo, homo en latín comprende tanto al vir (varón) como a la mulier (mujer). La expresión “hombre bueno” es venerable; no hay por qué cambiarla por esa atrocidad de “hombre bueno o mujer buena”, que se prestaría a chanza. En cambio, sí le doy la razón a Juanjo respecto a que los mismos formularios oficiales deberían poner siempre “Don o Doña” cuando piden rellenar con el nombre de la persona en cuestión. Por cierto, “persona” es femenino y nadie se alarma.
 
Hablando de nombres, Pedro Pérez Buendía, de Madrid, no ve claro que, al escribir nombres y apellidos, se diga “el señor De Miguel” y no “el señor de Miguel”. La razón es que, si pusiéramos el “de” con minúscula, la frase se prestaría a confusión. No es lo mismo “el señor de Miguel” (un señor que lo es de un tal Miguel) que “el señor De Miguel” (un señor así apellidado). De todas formas, esa partícula “de” (no tanto preposición) a veces queda anulada cuando el gentilicio es sonoro o famoso. Nadie se refiere a “De Cervantes” sino a “Cervantes”. La partícula “de” es más útil en los nombres cuyo gentilicio se puede confundir con un nombre propio, como Miguel, Andrés, Pedro, etc.
 
Fernando Gómez Risques está furioso con ese aviso de los nombres comerciales que entran a saco en la regla de los acentos. Cita el caso de Pokémon, con esa tilde estúpida. Peor es cuando a los marbetes les da por poner letras al revés, como una famosa marca de tiendas de juguetes o una empresa telefónica. Son ganas de contribuir a la general ignorancia ortográfica. Algo parecido sucede con la sustitución de la “c” por la “k”. Son formas de llamar la atención por parte de mentes pueriles.
 
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