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David de Ugarte

Vertebrando España: redes vs. cuadrillas

Jorge Otero planteaba hace unos meses una reflexión en los foros de una conocida corriente a la que me adscribo, cuyas conclusiones se han venido desarrollando durante los últimos meses hasta convertirse en parte del corpus doctrinario de ésta tendencia ciber-libertaria. Su planteamiento inicial surgía de las dificultades de las pequeñas discográficas independientes para dar a conocer sus productos mediante el marketing viral. Básicamente el éxito de una campaña de marketing se basa en el número de impactos recibidos por el público potencial. De cualquier campaña y tipo de marketing. En estructuras reticulares densas (con muchos contactos entre los nodos), ajustando la emisión a unos cuantos nodos se puede alcanzar un tipping point con relativos pocos impactos generados directamente por el emisor, que lo extienda exitosamente a toda la red o a una subred identitaria. En el primer caso estaríamos hablando de un cambio cultural global, en el segundo del nacimiento de una comunidad o de la adopción de unas pautas nuevas por una comunidad ya existente.
 
¿Por qué no pasa así en España?, se planteaban Otero y los ciberpunks. Para responder tenían que preguntarse primero qué es lo que cuaja una red española, qué temas las unen. La respuesta no deja de ser descorazonadora: En general afinidades biogeográficas (haber coincidido parte del proceso educativo en el mismo centro, trabajar en la misma empresa) y poco más... y como la causa de unión de la red no es una identidad ideológica (gustos, estética, valores), "cuando alguien oye un disco o va a un concierto que le gusta y sorprende", asegura Otero, "no manda un mail contándoselo a sus colegas". Lo que une el grupo no es participar de una identidad, sino simplemente "ser" o "haber sido" en un tiempo y un espacio (instituto, universidad o empleo).
 
La forma dominante de articulación social en España sigue siendo la cuadrilla, una pequeña tribu (normalmente de entre de cinco y quince personas) que a pesar de su poder represivo sobre los miembros del grupo, no tiene una identidad colectiva real: por un lado no tiene una ideología, unos gustos o unas referencias culturales o estéticas distintas de otros miles de grupos idénticos y por otro, es internamente tan heterogénea que no genera medio. Una forma primitiva de red que es incapaz de ofrecer una mínima resistencia a la comunicación de masas. Pero que por otro lado tampoco sirve ni como medio de transmisión de nuevas ideas ni como caldo de cultivo de la innovación social. En una palabra mientras España se organice en cuadrillas, el poder de los oligopolios mediáticos y el caciquismo político estará asegurado. Leídos en esta clave, los programas del nacionalismo y el regionalismo, los planteamientos de los oligopolios mediáticos, la tecnofobia latente, las reacciones contra los incipientes medios de red, no serían sino apología del "cuadrillismo", distintas caras de la defensa de los poderes fácticos establecidos durante la Transición, al fin, deudores de la misma base social que el caciquismo histórico.
 
 

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