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José María Marco

La izquierda antiespañola

Una parte muy importante de la izquierda española odia a España. La odia fatalmente, sin remedio, el odio a España es parte inalienable de su naturaleza. Esta izquierda española es de origen minoritario, intelectual. Su odio a España no lo comparte, o no lo compartió durante mucho tiempo, el conjunto de la izquierda. Pero esta izquierda española intelectual acabó modelando la propuesta y la ideología del conjunto de la izquierda. Y domina los grandes centros de producción ideológica, la universidad y algunos grupos de prensa y de pensamiento como PRISA, buena parte de los medios de comunicación e incluso las cadenas de televisión públicas.
           
Esta izquierda antiespañola ha tenido tradicionalmente dos aliados. El primero, la endeblez del discurso propiamente de izquierdas, que por causa de su radicalismo obrerista nunca ha sido capaz de elaborar propuestas propias verosímiles, aunque suministrara a la izquierda intelectual las bases electorales para llegar al poder. Y en segundo lugar los nacionalistas vascos y los nacionalistas catalanes de izquierda, que tienen en el odio a España, como la izquierda intelectual, una de sus señas de identidad irremediable.
           
Esta alianza entre la izquierda antiespañola y los nacionalistas antiespañoles creyó que había llegado el momento de gobernar España. El papel que le reservaba a la izquierda más tradicional, reconvertida al populismo como en Extremadura o en Castilla La Mancha, era el de siempre: la comparsa de una empresa de demoliciones.
           
Y esa alianza es la que se rompió en mil pedazos ayer, en cuanto se supo que los nacionalistas catalanes de izquierda habían intentado pactar con ETA. Las conversaciones con ETA de los nacionalistas catalanes de izquierda eran de esperar. La reacción de la izquierda antiespañola, también: lo que le ha fastidiado no es el hecho de que sus amigos intenten pactar con ETA, sino que se haya sabido. La izquierda antiespañola considera natural hablar con ETA: el error no es de principio, sino táctico.
           
En cierto sentido tienen razón. Maragall, forzado por sus nacionalistas de izquierda a los que debe el título de Muy Honorable, ha tenido que adelantar la demolición. No le han dejado tiempo para esperar a que sus socios de Madrid, los Zapatero y quienes le escriben el guión a este, es decir PRISA, empiecen su trabajo desde la capital de España. Los nacionalistas de izquierda se han precipitado con la piqueta y han tensado la alianza hasta lo insostenible.
 
Era patético escuchar ayer (lunes) a los tertulianos de la SER reivindicar el centralismo, exigiendo a Zapatero que se impusiera a Maragall, después de haber empujado a ese mismo Zapatero a linchar a Redondo Terreros. Este episodio puede terminar de varias maneras: puede ser el final del PSOE, o el final del PSOE tal como lo hemos conocido hasta ahora. Lo que parece demostrado es que no se puede aspirar a gobernar España para destruirla. La izquierda antiespañola ha tenido un buen traspiés.

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