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EDITORIAL

Las víctimas del "diálogo" con ETA

En su comparecencia para justificar ante la Diputación Permanente del Parlamento catalán su reunión con ETA, el socio de gobierno de Maragall, Carod Rovira, ha vuelto con total desfachatez a prostituir el concepto de “diálogo” para referirse a su voluntad de llegar a acuerdos con una banda terrorista. El dirigente independentista también se ha quejado de que haya que pagar un “precio político y judicial por hablar”, cuando aquí los únicos que pagan por hablar -y además con sus vidas- son los que no comparten el ideario independentista que, tanto Carod como ETA, defienden.
 
Lo que ha llevado a cabo el dirigente de ERC no es un legítimo “diálogo” sino una repugnante disposición a ofrecer cobertura política a ETA a cambio de que atente fuera de Cataluña. Lo que ha hecho es recordar a los terroristas que él también reclama, precisamente, un "precio" político y judicial por el fin de la violencia. ¿O es que Carod Rovira ya no es partidario de que el fin de ETA tenga contrapartidas en el ámbito penal y en nuestro ordenamiento constitucional? ¿Acaso no denuncia él, como los terroristas,-y ahora Maragall- la “pasividad” del Gobierno español? ¿Qué “pasividad”, que no sea la de negarse a pagar un precio por la paz, puede reprocharse al PP, bajo cuyo gobierno se ha llevado a cabo una activísima y eficaz labor para combatir el terrorismo tanto en el ámbito político, legislativo, policial y judicial?
 
La única “pasividad” del PP ha sido la de no querer ceder al chantaje de ETA, ese que, tanto Carod como Maragall, encubren con el manto del “diálogo”. De ahí que nos haya resultado especialmente repugnante la forma de justificar ese “diálogo” con ETA “si sirve para evitar un solo muerto”.
 
Un solo muerto... que sea catalán, debía haber añadido el socio de Maragall, vista las limitaciones geográficas que hacen aun más indignantes sus acuerdos con los terroristas. Esto no es una apreciación subjetiva por nuestra parte, sino que lo reconocía el propio Carod Rovira en un articulo suyo publicado en Avui el 31 de mayo de 1991, dos días después de la matanza en la casa cuartel de Vic, en el que pedía a ETA que “cuando queráis atentar contra España, os situéis, previamente, en el mapa”.
 
Ya ven a qué grado de aberración llega este nacionalista cuando lo que tiene en cuenta no es la persona, sino el lugar en donde es asesinada. Y es que –en la línea de lo denunciado sobre la reunión de ahora- lo único que Carod Rovira le reprochaba entonces a ETA “Os lo dije ya, hace medio año, en algún lugar de Euskadi, cuando en nombre de mi partido os pedí, formalmente, que no actuaseis más en mi país”.
 
En esos casi seis meses anteriores a la matanza de Vic, ETA cometió 12 atentados- todos ellos fuera de Cataluña- en los que fueron asesinadas doce personas. Sin dar este dato, Carod Rovira se limita a decir a los terroristas que “habeis respetado mi petición durante seis meses”, para, a continuación, volverles a pedir que no vuelvan a cometer en Cataluña sus atentados.
 
Nos gustaría situar a Carod Rovira, no delante de ningún mapa, sino ante los nombres de aquellos doce asesinados, de sus rostros, de sus hijos, de sus padres, de sus amigos, del dolor que ETA causó en esos seis meses “respetando su petición”, la petición de quien es un mal nacido, con independencia, por supuesto, de donde lo haya hecho.

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