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Ignacio Villa

Los mandos intermedios son el problema

La intervención de Carlos Aragonés ante la Ejecutiva del PP ha levantado un cierto revuelo en los círculos políticos, ya de por sí convulsionados por las elecciones; aunque esa sorpresa se ha producido más por una mala interpretación de sus palabras que por el verdadero objetivo de su petición. Es verdad que el jefe de Gabinete de Aznar no interviene con frecuencia en los órganos del partido, pero muchos "viejos del lugar" recuerdan que, sin ser habitual, sí que ha utilizado más de una vez su turno, en las Ejecutivas y en las Juntas Directivas, para dejar constancia de su parecer.
 
Cuando Carlos Aragonés pidió la palabra en la Ejecutiva del pasado lunes, Mariano Rajoy sabía perfectamente lo que iba a decir. Entre otros motivos, porque Aragonés ya lo había expuesto a primera hora de la mañana en el Comité político –los antiguos "maitines"– y porque los dos, Rajoy y Aragonés, estaban de acuerdo en la necesidad de dar un "toque de atención" a los segundos y terceros niveles del partido, sin olvidarse también de algún que otro prohombre del primer nivel. Ese es el verdadero motivo de la intervención del jefe de Gabinete de Aznar.
 
Por las encuestas favorables, en la dirección del PP existe una cierta preocupación sobre la confianza del partido ante el 14-M. Ministros, secretarios de Estado, dirigentes regionales y cabezas de cartel están dejándole tanto protagonismo a Rajoy que muchos de ellos no se implican en la campaña. Y una campaña electoral poco trabajada y muy confiada es un gran peligro para cualquier partido político. Lo que han buscado Rajoy y Aragonés es un revulsivo para que nadie se confíe y para dejar claro que las elecciones no están ganadas. De ahí la petición de más agresividad y más implicación. No era, pues, un mensaje al candidato, sino un mensaje del candidato a sus dirigentes.
 
En la planta noble de la calle Génova se insiste –con sentido común– en que el presidente Aznar no necesita emisarios para dar a Rajoy sus opiniones sobre distintos temas. Un presidente del Gobierno, añaden, que ha dado muestras de gran generosidad a la hora de la sucesión y de huir del protagonismo de la bicefalia, no va a armar ruido ahora, cuando el partido se la está jugando de verdad. Aznar puede equivocarse en algunos temas, pero nunca entrará en una guerra pública contra su propio candidato a cinco semanas de las elecciones. Nunca se ha comportado así, y menos lo va a hacer ahora, explican desde distintas fuentes populares.
 
En el PP se piensa que esta es una tormenta electoral pasajera. Cada uno está cumpliendo su papel, dicen, e insisten en que todos tiran en la misma dirección. Las próximas semanas nos irán clarificando la situación, pero, desde luego, si algo ha de quedar de la última Ejecutiva es que el PP debe desterrar la confianza. Y, en ese sentido, el problema está en los mandos intermedios.

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